jueves, 31 de julio de 2008

Almas de metal



En "Runaway, Brigada especial", unas máquinas que hacían el trabajo de los hombres se descontrolaban al ser modificadas, llegando a atacar a las personas. En Parque Jurásico, un increíble parque temático comienza a sufrir fallos, y pronto estará bajo la le de Murphy: si algo puede ir mal, irá. Ambas películas contienen en su génesis conjunta esta Almas de metal, y no es de extrañar que todas lleven el nombre de Michael Crichton (como director o como autor de la novela original, en el caso de Parque Jurásico).
Como director, esta fue su primera gran película, y no cabe duda de que estamos ante un clásico del cine de ciencia ficción, de la que han bebido incontables películas posteriores, desde "La noche de Halloween" a "Terminator".
Así, se nos presenta, en un futuro presumiblemente cercano, una gran compañía llamada Delos, que ofrece impresionantes vacaciones a quien pueda pagarlas, claro. Por mil dólares diarios, los clientes vivirán en una recreación absolutamente fiel de tres "mundos" ya extintos: el Imperio romano, el mundo medieval, y el Lejano Oeste. Así, dos de estos clientes se conocerán durante el viaje al Mundo del Oeste. Ellos son Peter Martin (Richard Benjamin) y John Blaine (James Brolin). John ya acudió al Mundo del Oeste el año anterior, por lo que es el experto, mientras Peter es el novato. Los dos traman amistad y deciden pasar las vacaciones juntos, ya que van al mismo destino.
En el Mundo del oeste, los clientes pueden mezclarse con la multitud para robar el banco, asaltar una diligencia, emborracharse en el saloon y luego pasar el rato con una prostituta, o incluso, batirse en duelo a muerte. Todo está permitido, ya que en Delos, la población está compuesta por robots increíblemente realistas, programados para servir a los clientes en todo, o para ser asesinados por ellos, sin consecuencia alguna. De noche, grandes camiones recogen a los robots "asesinados", o sea, dañados, y los llevan a un gran centro de reparación donde son concienzudamente arreglados por un equipo experto, para que puedan volver a "servir" a la clientela por la mañana.

El centro de reparaciones

Peter se muestra tímido e inseguro, lo que divierte a John, que finalmente le azuza a batirse en duelo con un forajido vestido de negro y de aspecto siniestro (inolvidable Yul Brynner). Finalmente, Peter lo "mata", exultante, y una posterior borrachera y ligoteo en el saloon le convencen de que las vacaciones serán tan inolvidables como el anuncio prometía.
Pero, mientras los dos amigos disfrutan, en la sala de control comienzan los problemas, primero minuicias, que van aumentando en intensidad: una falsa serpiente robótica que ataca a un cliente cuando no debería hacerlo, una "cortesana" del mundo medieval, que abofetea a otro cliente en lugar de satisfacerlo... y el "pistolero de negro", una vez reparado, vuelve a atacar a John y Peter. En esta ocasión, Peter, exhultante y seguro de si mismo, lo liquida, con orgullo. El pistolero volverá en una tercera ocasión... pero para matar realmente. Y en ese momento, todos los robots se dedicarán a matar a todas las personas, sin que los técnicos comprendan qué sucede, ni puedan pararlo. Peter sufrirá una persecución que puede equipararse a la que sufrirían Dennis Weaver en "El diablo sobre ruedas", Laurie Strode en "La noche de Halloween" o Sarah Connor en "Terminator": humanos perseguidos por máquinas de matar imparables. No se puede acabar con los robots, la única manera de evitar ser asesinado es destruir su sistema de audición y sus ojos... la carrera ha comenzado.

Yul Brynner, el inolvidable pistolero de negro

La película puede ser contemplada desde variados puntos de vista: o bien el progreso se vuelve contra el hombre, de esa manera, los robots, meras máquinas, escapan al control y atacan a los humanos por inercia, sin motivo, sin objetivo ni control, o bien, los robots han llegado a desarrollar "conciencia", incluso orgullo. La verdad es que viendo como son tratados por los clientes, no es nada desdeñable esta teoría, estos seres metálicos por dentro comienzan a adquirir conciencia de si mismos, y se vengan por los abusos sufridos en las manos de hombres y mujeres comodones que creen que pueden hacerlo todo porque son ricos.
Da igual la teoría, o el punto de vista bajo el que se contemple el filme, Almas de metal es una película entretenida, sencilla, y que no pretende contener en su núcleo un mensaje filosófico "importante", como por ejemplo, en "Blade Runner". Es solo un filme de entretenimiento más o menos original (en su época, claro) con un guión que ofrece sugerentes ideas, una persecución que puede llegar a agobiar al espectador y unos actores más que correctos, siendo especialmente inolvidable ese pistolero de negro, frío, inhumano, implacable, interpretado por Yul Brynner.
Además de poder rastrearse multitud de influencias en películas posteriores de todo tipo, Almas de metal contaría con una secuela tres años después, de bajo presupuesto y producida por la AIP, productora bajo cuya estela creció Roger Corman con sus adaptaciones de Edgar Allan Poe, y contaba con Peter Fonda como protagonista, y con Yul Brynner como reclamo, si bien solo aparecía en una breve escena, y el tratar de vender la película con su nombre es un camelo. Bastante casposa e inferior a su original, es simplemente un divertimiento sin relevancia, es decir, todo lo contrario que el film de Crichton.

Sepultado vivo



Este interesante thrillertiene la virtud de haber sido la primera película de Frank Darabont, posteriormente, de sobra conocido por "Cadena Perpetua" y "La milla verde". Dirigida en 1990 para la televisión, todo ronda en torno al eterno tema del enterramiento en vida, y el terror a despertar a dos metros bajo tierra. Sin demasiadas pretensiones y complejos, consigue crear un ambiente claustrofóbico y hacernos sentir una gran simpatía hacia el protagonista.
Clint Goodman (interpretado por Tim Matheson, actor que durante los setenta y los ochenta interpretó diversas películas de adolescentes, como Desmadre a la americana o Los albóndigas en remojo, y que aquí resulta francamente simpático y sorprendente) es un buenazo. Tras casarse en Nueva York con Joanna (Jennifer Jason Leigh) vuelve al pueblecito donde creció, para disgusto de ella. Clint lleva un negocio de construcción más que rentable, ha construído con sus propias manos la casa de sus sueños, y hace lo posible para que ella se amolde a su nueva vida, pese a que su mujer nunca está contenta. Años atrás, de adolescente, Clint era un auténtico delincuente, pero se reformó bajo la tutela del sheriff Sam Eberly. Ahora, de adulto, este es su mejor amigo, y los dos suelen ir a pescar, y Clint se lamenta de lo poco feliz que parece su esposa. A él le apetece de verdad tener un hijo, pero ella se niega.
Lo que el espectador descubre pronto, y el pobre Clint no, es que Joanna ya estuvo embarazada, pero abortó. El médico que realizó la intervención, Cort (William Atherton) es ahora su amante. A este no le cuesta demasiado explotar los sueños de Joanna de huir de esa vida, para convencerla de que asesine a su marido y venda su rentable negocio de construcción. Pese a sus temores (de orden práctico, no moral) Joanna acaba aceptando, y una noche envenena a Clint con un extraño veneno que le proporciona Cort, y que no deja huellas. La tacañería de Joanna hace que su marido sea enterrado deprisa y corriendo, sin autopsia, ni velatorio, y en un ataúd de madera podrido que lleva años almacenado en la funeraria.
La noche después del entierro, Clint despierta sepultado vivo... gracias, irónicamente, a la tacañería de su esposa, no le cuesta romper el ataúd podrido, pero la agonía de subir entre los kilos y kilos de tierra que le aprisionan no se le olvidará... acude a su casa, medio muerto de sed y con las manos destrozadas, y allí descubre a su esposa con el médico, y por fin se percata de lo sucedido. En un impulso, se decide a asesinar a Joanna, pero cuando está junto a ella mientras duerme, comprende que no sería suficiente, y trama un diabólico plan de venganza contra ambos...

Clint sufre la agonía de la tumba

La película ostenta un nivel bastante superior a lo que suelen ser este tipo de telefilmes, con un guión correcto, interesante, y que consigue en todo momento meternos en la historia, y ponernos totalmente de parte de su torturado protagonista, haciéndonos sentir ultrajados ante la inhumana frialdad con la que su esposa (magnífica Jennifer Jason Leigh) corresponde a toda la atención y paciencia que él le presta.
Si bien se nota cierta dejadez en lo visual, la banda sonora, el guión y los actores corresponden a una buena película de suspense, muy entretenida. Los inicios (bastante olvidados, me temo) de un director reconocido hoy en día por sus películas. No estaría nada mal que se recuperase, pues ya se detecta que en este telefilm hay "algo más".
La película gozó de cierto prestigio en el mercado de vídeo, gracias al boca a boca, lo que propició que, años después, se rodase una secuela, dirigida por el propio Matheson, que contaba con este y con Ally Sheddy como actores, y que hasta ahora no he conseguido ver.

miércoles, 16 de julio de 2008

House, una casa alucinante



Podría decirse que "House, una casa alucinante" fue, para las casas encantadas, lo que supuso "Un hombre lobo americano en Londres" a la licantropía, y "Noche de miedo" a los vampiros, en los años ochenta, un filme que "cruzaba" horror con comedia. En este caso, pese a estar dirigida por el mediocre Steve Miner, tiene un guión del desgraciadamente desaparecido en combate Fred Dekker, y los integrantes de su ficha artística contribuyen a hacer de la película algo más que otra peliculilla de terror. Para empezar, el hecho de que el protagonista sea un adulto, y no un adolescente, ya la pone por encima de las antes mencionadas en el aspecto argumental. Aquí tenemos a Roger Cobb (el siempre simpático "gran héroe americano" William Katt) un afamado novelista de terror con legiones de fans. Su editor le presiona para que escriba otra novela, pero Roger lleva una vida personal muy confusa: todavía sigue traumatizado por su experiencia en la guerra de Vietnam, y desea exorcizar esos recuerdos escribiendo un libro, pero su agente le presiona para que escriba otra novela de terror; su hijo desapareció mientras estaban de vacaciones en casa de su tía, a consecuencia de ello, su esposa le abandonó, y ahora, Cobb recibe la noticia de que su tía ha muerto, presuntamente se ha suicidado. Roger quiere vender la casa, pero cuando la visita con un agente inmobiliario, le pueden los viejos recuerdos infantiles, y decide trasladarse a la casa, y encontrar allí la paz que necesita para escribir su novela sobre la guerra.
El film empieza bien, con una escena de terror puro, donde un joven repartidor acude a la casa, y descubre a la anciana ahorcada, y balanceándose todavía en la soga. Un buen susto para comenzar antes de meternos en la historia. Una vez en la casa, buenos momentos de terror se sucederán, como el ataque de un ser que sale del armario todas las noches a las doce, un enorme pez pescado por su tío décadas antes, que vuelve a la vida, o un engendro que se hace pasar por su esposa y que quiere matarlo a toda costa. Pero los momentos de comedia no tardarán en hacer acto de presencia: la vecina que nada en la piscina de Roger y le lleva a su hijo para que lo cuide, los policías que acuden a la casa mientras el escritor trata de ocultar el cadáver del engendro que le ha atacado, pero sobre todo, ese vecino cotilla y fan irredento del escritor, interpretado por George Wentz (la serie Cheers) que pensará que Roger es un desequilibrado e incluso que puede llegar al suicidio.
Roger por su parte, comenzará a tener visiones y sueños que le llevarán a estar convencido de que su hijo está preso por fuerzas malignas en algún lugar de la casa...

La casa maldita

Como muchas películas sobre la temática de casas encantadas, al principio se juega con la idea de que Roger sea realmente un enfermo mental debido a los trágicos sucesos que han golpeado su vida, y que todas las experiencia supuestamente sobrenaturales sean fruto de su enajenación. Así, la estupenda escena en la que su esposa va a visitarle, convirtiéndose en un grotesco monstruo que le molerá a golpes, por lo que Roger lo mata, para a continuación observar horrorizado como el ser ha vuelto a tomar la apariencia de su esposa. Sin embargo, pronto no quedará duda de que lo que sucede en la casa es real, la casa está encantada. Es, sin embargo, una auténtica sorpresa, la conclusión del filme, que no tiene nada que ver con maldiciones antiguas, sino con el suceso que más aterra a nuestro protagonista, un suceso real que no tuvo nada de mágico. Así, los incómodos flashbacks sobre la guerra que hemos presenciado, y que parecían innecesarios y de relleno, cobran sentido hacia el final.
House, una casa alucinante, es, por lo tanto, una película sobre sucesos sobrenaturales con insertos de comedia, que juega con el equívoco y que combina bastante acertadamente los elementos de ambos géneros, tan opuestos como solo pueden serlo el terror y la comedia.
La película gozaría (es un decir) de varias secuelas: así, House II, aún más alucinante, está dirigida por el co guionista de la primera parte, Ethan Whiley, y es interesante debido a lo enrevesado y psicodélico de su guión; House III cuenta con el gran Lance Henriksen para darle solvencia, interpretando a un policía traumatizado por un asesino al que supuestamente cazó. House IV ignoro si se ha estrenado en España, y pese a contar de nuevo con William Katt, los que la han visto solo tienen palabras de decepción.
La primera entrega de esta curiosa saga es de esas películas que se dejan ver con una sonrisa, gracias a la labor de los actores, que hacen creíbles a sus absurdos personajes. Un film modesto, pero refrescante.

Estamos muertos, ¿o qué?



Mark Goldblatt tiene un impresionante currículum como montador (desde filmes de Joe Dante como Piraña o Aullidos a los dos Terminator, Rambo: Acorralado Parte 2, Razas de noche, Mentiras arriesgadas, Commando...). Como director, sin embargo, debutó con este filme para dirigir posteriormente la penosa "The Punisher" con Dolph Lundgren... y nada más. La presente película, rodada en 1988, es uno de esos filmes de finales de los ochenta que produjo New World, la productora de Roger Corman, tan deficientes como divertidos. El presente solo destaca por tener una ficha técnica un poco por encima de la media: así, el desaprovechado Treat Williams, secundario en la obra maestra de Leone "Érase una vez en América" y protagonista de una cinta injustamente olvidada, al menos por estos lares, de Sidney Lumet "El príncipe de la ciudad" sobre la corrupción policial y los peligros de la lealtad/traición hacia los compañeros, interpreta aquí a un policía serio, formal y discreto, de elegante vestuario, Roger Mortis. Es todo lo contrario que su compañero, Doug (Joe Piscopo, salido del programa Saturday Night Live) un tipo mal hablado, rudo, inculto y que viste más como un matón que como un policía.
Los dos investigan una serie de inverosímiles robos, donde los ladrones, atracando siempre en parejas, irrumpen a tiro limpio en bancos y joyerías y se llevan el dinero y las joyas sin que nadie pueda detenerles. La banda ha sido denominada por la prensa "Toma el dinero y corre" y las pistas sobre ellos son escasas. En un alucinante tiroteo, Roger y Doug eliminan a dos de los ladrones, y más tarde la forense policial, Rebeca Smithers, antigua novia de Roger, les llama para decirles que los dos atracadores ya estuvieron antes en el depósito... como cadáveres, e incluso tienen realizada la autopsia.
Un extraño producto hallado en la piel de los cadáveres lleva a la pareja a un complejo farmacéutico donde aparentemente, todo es normal, pero durante una visita por el centro, Doug se cuela en una sala donde un enorme monstruo le ataca. Durante la lucha susbsiguiente, Roger queda atrapado en una cámara descompresora que priva al organismo de oxígeno, y muere asfixiado. Cuando Rebeca llega al lugar de los hechos, descubre en la sala donde Doug luchó con el monstruoso zombie, una máquina capaz de revitalizar los tejidos y reanimar a los muertos. Roger será resucitado, pero con malas noticias: se descompondrá en doce horas, muriendo, esta vez definitivamente. Los dos policías aprovecharán este lapso de tiempo para intentar descubrir a su asesino.
La película reúne todos los tópicos de las "buddy movies" de la época: los dos amigos radicalmente opuestos, pero que trabajan bien juntos, el compañero policía chulo y altanero que no les cae bien, el jefe de policía gruñón, pero que en el fondo sabe que "nuestros héroes" son buenos policías, el antiguo interés amoroso del protagonista, o incluso la "mujer fatal" y misteriosa, aquí Randy James (Lindsay Frost) que conoce todo lo que está sucediendo.
Vincent Price, en una interpretación lamentablemente cortísima, interpreta a un multimillonario supuestamente fallecido, Arthur P. Laudermilk, que es en realidad el inventor de la máquina de la resurrección. Darren McGavin interpreta al jefe de forenses, que desde el primer plano en el que aparece, cualquier espectador se da cuenta de que sabe más de lo que dice.

La máquina de la resurrección en pleno apogeo

Los zombies del filme son muertos devueltos a la vida que pueden recibir toda clase de heridas sin inmutarse, y que se pudren con el tiempo. Es interesante que la mayoría sean grotescamente mutantes, pero Mortis no experimente una transformación tan acusada (se le cae la piel, y poco más). Muy recordados por los aficionados que solían pescar estas películas en el videoclub o en televisión, son los momentos más desmadrados, como la visita de la pareja de policías a un restaurante chino, donde el dueño resucita a todos los animales que tiene en su carnicería, o cómo determinado intérprete se descompone rápidamente ante los ojos de Roger.
Los momentos de comedia son muy de la época, por lo que en su mayoría han quedado notablemente desfasados, aunque las ocurrencias de Doug tienen siempre cierto humor "atemporal", o aquella escena en la que Roger, ya bastante deformado, es detenido por un joven policía motorizado, que se queda completamente anonadado al ver como el "zombie" saca su placa de policía y se presenta, como si nada. Lo más notable, sin embargo, son los momentos realmente solemnes y melancólicos que inundan el filme, como aquel en el que los dos policías y la joven interpretada por Lindsay Frost están leyendo esquelas en una biblioteca, y de pronto Roger toma conciencia de que está realmente a punto de morir, y que no ha hecho con su vida todo lo que habría deseado.
Por desgracia, el guión está lleno de fallos de estructura incomprensibles, que no sé si achacar a un mal montaje (aunque siendo su realizador un montador con oficio, lo dudo) o simplemente, a que los guiones de este tipo de películas nunca han sido muy coherentes. Así, queda bastante claro que el plan de Laudermilk es vender el secreto de la inmortalidad a una serie de ancianos ricachones, a cambio de grandes sumas de dinero, pero, si esto es así, ¿porque el personaje de McGavin resucita delincuentes y los obliga a robar diversos establecimientos, si pronto va a tener más dinero del que podrá contar? No queda clara la relación entre ambos, porque están indudablemente asociados para vender la inmortalidad y sacar provecho económico de ello, pero, si esto es así, ¿porque Laudermilk deja la pista encriptada en su tumba, que llevará a los policías hasta McNab? Todos estos fallos hacen que la película sea muy inverosimil.
Así, nos queda un filme netamente ochentero, con todos los defectos (y virtudes) que ello conlleva, unos actores que están por encima de lo esperado en estas películas de serie B (lástima del desaprovechamiento de Price, en uno de sus últimos papeles) pero que, pese a todo, puede ser contemplada con indulgencia, con una media sonrisa de complicidad. Al fin y al cabo estamos ante un producto "palomitero" de la época, con tiros, zombies, explosiones, humor "ochentero", caras conocidas y una trama no del todo ridícula. Sobre todo, perfectamente disfrutable, sin llegar a tomarse en serio a si misma, pero sin caer en la auto parodia tipo Scary Movie, siendo un producto de su época que se puede disfrutar todavía hoy en día sin demasiados complejos.

domingo, 13 de julio de 2008

1997... Rescate en Nueva York



Tras dirigir dos pequeñas joyas enclavadas en el género del terror "La noche de Halloween" y "La niebla", quizás por miedo a encasillarse en aquellos primerizos tiempos, John Carpenter decidió cambiar de rumbo y atreverse con una película de acción futurista, tan anti utópica y fatalista como suele serlo la obra de este hombre a la hora de juzgar a sus congéneres, los seres humanos. Las incursiones de Carpenter en la ciencia ficción pura son escasas, pero todas intensísimas, desde la presente y su secuela "2013 Rescate en Los Angeles" a esa maravilla titulada "Están vivos".
Producida por la independiente Avco Embassy, que ya se había hecho cargo de la anterior "La niebla" Carpenter contó con Kurt Rusell, quien inmortalizaría al personaje de Plissken "el Serpiente", un mercenario duro, solitario, amargado e individualista.
La historia que se nos presenta en los títulos de crédito cuenta como el gobierno americano, ante la preocupación por la vertiginosa ascensión del número de delitos cometidos en su territorio, convierte Nueva York en una enorme prisión, en el año 1988. Así, todos los accesos a la prisión están minados o inundados, y se vigila a los prisioneros desde la mismísima Estatua de la Libertad, evitando así las fugas. Dentro de la prisión no hay guardias, rige la ley de la selva, y la única acción policial se sucede siempre para evitar fugas.
En 1997, el Presidente de Estados Unidos (adecuadísimo Donald Pleaseance) sobrevuela la ciudad en el Air Force One para dirigirse a una conferencia en la cumbre, con los representantes de China y la Urss, llevando atado a su muñeca un maletín que contiene una grabación cuyo contenido sobre fusión nuclear podría evitar una nueva guerra mundial. Por desgracia, su avión es secuestrado por una guerrilla revolucionaria y estrellado en Nueva York en una maniobra suicida, de la que el Presidente se salva saltando del avión en una cápsula, y cayendo en algún punto de la prisión.

Serpiente se toma un descanso entre las ruinas de la Gran Manzana

El jefe de policía de la isla, Bob Hauk (excelente Lee Van Cleef) intenta rescatarle, pero un tenebroso secuaz le advierte que ha sido secuestrado y le matarán si no se cumplen todas sus exigencias. Obligados a permanecer lejos de la isla, Hauk decide recurrir a un prisionero recién llegado que iba a ser condenado a cadena perpetua en la prisión: Serpiente Plissken (Kurt Rusell en el papel de su vida) un antiguo héroe de guerra repetidamente condecorado que, sintiéndose traicionado por su país, se convirtió en mercenario y fue capturado robando en el Depósito de Reserva Federal. Hauk le ofrece la libertad y la retirada de todos los cargos si rescata al Presidente en 22 horas, que es el tiempo que durará la conferencia. Sin embargo, conociendo el carácter de superviviente solitario de Plissken, le inserta dos micro bombas en el cuello, que explotarán exactamente en 22 horas. Naturalmente, hay un antídoto para él... siempre y cuando salve al presidente a tiempo.
Con el tiempo en su contra, Serpiente aterriza con un aeroplano en la azotea del World Trade Center, y tendrá que atravesar la ciudad, rodeado de peligros de todo tipo y contando con varios aliados a la fuerza; un simpático taxista (Ernest Borgnine) un antiguo socio que le traicionó (Harry Dean Stanton) y la novia de este (Adrienne Barbeau). Juntos intentarán rescatar al presidente, que está en poder del máximo líder de la isla, un hombre conocido como el Duque (Isaac Hayes)...
Carpenter comienza cargando las tintas desde el mismo inicio, presentando un Estados Unidos teóricamente futuro, donde un gobierno totalitario, aprovechando la excusa de combatir el crimen, ha convertido el país en una fuerza militar, y aprovecha para meter a cualquiera que no case con sus ideales en la prisión de Nueva York. Así, el Serpiente es un antiguo militar, un héroe de guerra, una leyenda viva más que una persona (todo aquel con quien se topa le dice que le creían muerto) un hombre hastiado de la sociedad en la que vive, y a la que un día sirvió, y que a los ojos de esa misma sociedad se ha convertido en un inútil, en un auténtico peligro para el orden establecido. No importa que una vez fuera "de los buenos", una vez ha cometido un delito, es automáticamente deportado a la prisión. Pero cuando surge esta misión imposible, es el único hombre a quien pueden recurrir las autoridades.

Plissken se enfrenta al jefe de policía de la isla, Hauk

También es interesante comparar las dos "figuras de autoridad" del filme: un Presidente de los USA pusilánime, cobarde y reaccionario, que se deja humillar y pierde la compostura cuando se supone que representa a la nación más poderosa del mundo, mostrando, en los últimos minutos del filme, un comportamiento psicopático. Carpenter lo presenta con un ojo morado, atado, humillado, con una peluca rubia (de hecho, el guión llevaba escrito desde 1974, pero nadie quiso hacerse cargo porque el presidente de la nación resultaba humillado). Cierto comentario suyo, completamente hipócrita y de cara a la galería, hará que Plissken le mire con auténtico asco.
Por otro lado, tenemos al Duque, líder absoluto de la prisión ante quien parecen responder todos. Pero no es un dictador, como lo podría ser el propio Presidente, sino que parece un hombre a quien se le intuye que busca el beneficio para toda su gente (pide a cambio de la vida del Presidente la liberación de todos los prisioneros de Nueva York).
Así pues, tenemos a un anti héroe, el más reconocible de la filmografía carpenteriana, empujado a realizar una misión casi imposible si no quiere morir, manipulado por las autoridades a las que un día perteneció, obligado a ir a un lugar del que nadie puede regresar. El aspecto de Rusell en la pelícual es sumamente gráfico: su barba de varios días, su desgreñada melena, su cazadora de aviador, su parche en el ojo, sus poses críticas y sus frases cortantes, desganadas, o la insistencia en que se llame por su apodo, son pequeñas piezas que conjugan un puzzle particularmente apetecible, un personaje que, sin llegar a ser despreciable, está muy lejos del héroe tradicional (ese mismo año se estrenarían "En busca del arca perdida" y "Superman 2").
Es admirable la dirección artística del filme, que recrea un Nueva York sucio, destruido, abandonado a la barbarie, con edificios derruidos, coches desvalijados y apilados, hogueras en las calles y bandas de todo tipo que pueblan el lugar, desde simples saqueadores a una impresionante banda de caníbales que viven en el subsuelo, y cuya única aparición es suficiente para que quede en nuestra memoria, como ponen en jaque al héroe, atrapando a la mujer que acaba de conocer en el Choc o Full Nuts.
También es destacable, y ha pasado a la historia por si sola, la banda sonora, compuesta, como es habitual, por el propio John Carpenter. El tema principal, esa música electrónica y electrizante, sirve a la perfección para introducirnos en el trepidante viaje del "Serpiente", y que ha sido posteriormente retocada en varias ediciones de la Banda Sonora para "modernizarla".
Estrenada el mismo año que la mencionada "En busca del arca perdida", 1997 Rescate en Nueva York es un filme en las antípodas de la película de Spielberg, un filme mucho más cercano al cine negro y/o futurista repleto de mundos devastados, sin principios ni moral, donde los protagonistas de la función eran tan duros, fríos y crueles en sus métodos como los mismos malvados a los que perseguían, donde el idealismo y la ingenuidad de los viejos seriales a los que Spielberg pretendía rendir culto no tienen cabida, pues el mundo de Rescate en Nueva York es un mundo sin libertades, sin esperanzas, donde no hay sitio para el individualismo. Conceptos como amistad, lealtad o traición pasean por el filme constantemente, negándose o afirmándose: el personaje de Cerebro traicionó a Plissken en el pasado, por culpa suya este estuvo a punto de ser detenido, pero una vez más le ayudará, más por conveniencia que por verdadera lealtad. Cuando Plissken es atrapado, Cerebro niega haberle ayudado voluntariamente, pero más tarde pide al Duque que no le mate. Maggie siente una absoluta lealtad hacia Cerebro, que será inquebrantable hasta el final; el simpático taxista abandonará a los demás cuando se crea en peligro, pero acudirá a salvarlos en el momento clave, etc.
En 1997, año "titular" de la película, se dirigió la secuela, producida por la Paramount, donde Carpenter, la productora Debra Hill (hace poco fallecida) y el propio Rusell escribieron el guión. Muchos fueron los escépticos que dudaron que Rusell fuese a volver a enfundarse el parche y la cazadora raída, pues en la época del primer filme era un desconocido y en la del segundo, ya una estrella consolidada. Pero Rusell había protagonizado ya cuatro películas con Carpenter, y no iba a negarse a esta. La secuela resulta algo más decepcionante de lo que uno esperaba, y se plantea más como un remake irónico, pero el delicioso y magistral final redime cualquier fallo que pudiera tener.
Ahora se habla de un remake, con el improbable Gerald Butler tomando el relevo detrás del parche del Serpiente. En estos tiempos de lo políticamente correcto, dudo mucho que el remake, si se llega a realizar, tenga una mínima parte de la fuerza que posee todavía hoy en día, la película original, que influyó a no pocas producciones posteriores y todavía hoy sigue presente en las listas de los aficionados al cine post apocalíptico.

miércoles, 9 de julio de 2008

Scream, Vigila quien llama



La primera mitad de la década de los noventa no solo no supuso prácticamente ninguna evolución, cinematográficamente hablando, sino que la calidad del cine fantástico bajaba en picado, salvo las obras de unos pocos autores consagrados cuyos nombres cualquier aficionado puede conocer: el entonces emergente Tim Burton, John Carpenter, David Cronenberg, Lynch... otros como Argento o Hopper estaban de capa caída, intentando imitar sus éxitos precedentes o, directamente, en el olvido.
Mediante la explotación de sagas ta harto quemadas (Halloweeen, Viernes 13, Hellraiser, Critters, La venganza de los muñecos, Robocop, Pesadilla en Elm Street...) banalizando cada vez más las propuestas en pos de ofrecer la mayor simpleza argumental posible, y cada vez más excesos en cuanto a FX. Además, el cine gore estaba en plena época de eclosión, llegaron al videoclub cintas como "Gorex", "The burning moon" o las tropelícas de Jorg Burguereit, pero todas estas cintas, cuanto más morbosas, sangrientas y explícitas eran, más bajo caían narrativa o artísticamente, borrando las difusas fronteras entre "cine de terror con excesivos FX" o "comedia con gore para reírse con las tropelías".
1996. El cine de psycho killers está muerto. Uno de sus "padres" en los años ochenta (y hasta 70) el sobrevalorado Wes Craven, decide apuntarse a la moda del reciclaje y crear esta "Scream" (que en principio iba a titularse Scary Movie) un filme multireferencial en la onda de tarantino, pero aplicándose sobre todo al cine de terror palomitero de los ochenta: chicos y chicas guapos y pijos hablando de banalidades (más modernas, pero banalidades al fin y al cabo) mientras son acechados y asesinados por un psicópata enmascarado cuya desconocida identidad llevará al equívoco...
El prólogo que abre el filme hace predecir al espectador que va a ver una película llena de fuerza, energía, cine palomitero en su vertiente más agraciada. Así, la joven Casey (Drew Barrymore) es torturada psicológicamente a través del teléfono por una susurrante voz, que dice tener secuestrado a su novio, y le hará ciertas preguntas, formuladas con bastante mala leche. El brutal asesinato de Casey es sencillamente, inolvidable, brutal, prometedor...

El grupo protagonista

Para, a continuación, embarcarnos en una hora y pico de tópicos del peor cine made in Viernes 13, donde los adolescentes (meros arquetipos pasados por el barniz de lo moderno) donde la pandilla cuya cabeza visible es Sidney (Neve Campbell) torturada por el brutal asesinato de su madre el año anterior, su novio Billy (Skeet Ulrich) el repelente cinéfilo Randy Meeks, etc. Los asesinatos conmocionan a la pequeña población de Woodsboro, con la policía y los adultos preocupados, velando por los chicos, mientras estos solo piensan en fiestas, insensibilizados y ajenos al hecho, no solo de que dos de sus compañeros han sido asesinados, sino también que ellos podrían ser los siguientes.
Craven pretende reflejar una sociedad sin complejos, deshumanizada, y logra captar la esencia de la época, donde la mayoría de adolescentes que vayan a ver la película no disten todo lo que se podría esperar de los tópicos que se ven en pantalla. Lo mejor acaban siendo esos adultos, tan desquiciados y, en el fondo, ingenuos como los chicos: el padre ausente de Sidney que será el primer sospechoso, esa prepotente y ambiciosa periodista, Gale Weathers, interpretada por Courtney Cox, o el policía novato e inexperto manejado por esta, Dewey Riley (David Arquette), que parecen completamente distanciados de lo que les rodea.
El asesino en si, Ghostface, es uno de los más patéticos de la historia del subgénero, y se da más golpes contra paredes y suelos de los que propina a sus víctimas; sus correrías por los pasillos o su aparición en un supermercado, sin que nadie lo detecte, son completamente increíbles y no contribuyen más que a alejar de la historia a cualquier espectador que ya haya visto unos cuantos subproductos de psycho killers. La identidad del asesino va pasando de sospechoso a sospechoso, y debo reconocer que Craven logra engañar y sorprender con cierta escena, hacia el final de la película, donde se va comprobando quien es lo que parece y quien no.
Esa parte final, en una casa de campo llena de adolescentes, es puro auto homenaje: jóvenes asesinables beben y fuman mientras ven "La noche de Halloween", y Randy, el erudito en estas lides, les enseñará las principales reglas para sobrevivir en una película de terror: no beber, no fumar, no practicar sexo, y desde luego, no decir nunca "Enseguida vuelvo". Así se pone en solfa precisamente lo que estamos viendo; Craven se divierte rodando un filme de corte palomitero sin tomárselo en serio en ningún momento, regalando a sus admiradores varios auto homenajes sin pudor alguno: tras cierta escena de suspense, el director de la escuela descubre al conserje barriendo los pasillos: este luce un jersey a rayas rojas y verdes y lleva un sombrero, para más inri, se llama Fred, y está interpretado por el propio Wes. También en cierta escena, el personaje interpretado por Rose McGowan mencionará a un tal director de cine "Wes Carpenter", como si Craven quisiera compararse con uno de sus colegas (comparación de la que saldría bastante mal parado).
Así, en 1996, cuando el subgénero de asesinos psicópatas estaba a punto de extinguirse, Craven lo resucita y le da nuevas fórmulas que no son sino las viejas bañadas en oro y expuestas siempre al cachondeo y al homenaje de obras ajenas de las que supuestamente bebe Scream. Como no, el éxito económico estaba cantado, propiciando dos horribles secuelas y un sinfín de fotocopias clonadas que mezclan el modelo de Scream con todo tipo de influencias del cine añejo del cual copian elementos sin pudor: Sé lo que hicísteis el último verano, Leyenda Urbana, Cherry Falls... y un buen montón de títulos que fueron pasando de ser superproducciones "made in Dimension" a ser subproductos directos a las estanterías de los videoclubs en DVD. Así, si un año antes de Scream se estrenaba uno de los filmes fantásticos más inteligentes de la década, "En la boca del miedo", Craven demostró con esta película que no es necesario tal esfuerzo, que basta con reinventar las bases cada década y volver a repetir los más trillados esquemas del cine más consumista, añadiendo siempre caras guapas, suficientes efectos especiales, alguna persecución que haga sentir una moderada dosis de suspense al escasamente exigente público... y poco más.
Hoy en día, el género fantástico ha muerto como tal, y solo sobrevive monetariamente gracias a la sobreexplotación de éxitos anteriores: secuelas, remakes, adaptaciones de cómics, libros y hasta de videojuegos, cualquier cosa vale con tal de no esforzarse en hacer algo diferente y original, ya no evolucionar ni innovar el género, sino simplemente, hacer algo distinto que no sea una fotocopia de otra cosa. No diré que estas vacas flacas puedan achacársele a Craven, pero quedará en el terreno de la especulación que hubiera sucedido si este Scream suyo, tan apetitoso por fuera como vacío por dentro, hubiese allanado el camino.
No es Scream una obra maestra, ni siquiera una buena película. Su prólogo, como cortometraje, si habría sido una absoluta obra maestra, pero como conjunto de una obra, todo resulta demasiado pretencioso, falto de modestia y sin ningún tipo de incentivo. No ofrece nada que no ofreciese cualquier secuela de Viernes 13, salvo ver caras conocidas y proporcionar una hora y media de entretenimiento, que en los tiempos que corren, empieza a ser cada vez menos frecuente.

sábado, 5 de julio de 2008

It (Eso)



Estamos acostumbrados a que, cada pocos años llegue alguna miniserie basada en alguno de los "tochos" de Stephen King. Es triste decirlo, pero la época de este hombre ya pasó, y esto tiene reflejo en las adaptaciones a cine o televisión que se hacen de su obra: lejos quedan los tiempos donde dichas adaptaciones las dirigían genios como Stanley Kubrick, John Carpenter, Rob Reiner Brian De Palma... o como mínimo, pequeños artesanos cinematográficos venidos a menos, como Tobe Hopper dirigiendo la miniserie Salem's Lot o George A. Romero encargándose de la tenebrosa historia "La mitad oscura". Quizás la reciente "The mist" contradiga esto, pero mucho me temo que sea la excepción de la regla.
Si bien es cierto que su primera miniserie fue la referida "El misterio de Salem's Lot", en aquella época el formato doméstico no estaba tan desarrollado como ahora, y fue a partir de IT que se adaptaban sus obras para televisión, pero pensando sobre todo en los beneficios a nivel de ventas sobre todo, alquileres de vídeo. La presente película fue dirigida por el discreto y tirando a mediocre Tommy Lee Wallace, amigo de John Carpenter y director de la interesante "Halloween 3, el día de la bruja", que aquí consigue transmitir una gran fuerza a ratos, pero llega a fracasar en conjunto. El filme ha tenido muy diversos montajes, con motivo de su conversión de miniserie a película de vídeo; habiendo visionado yo la edición de vídeo que sacó Warner en 1990, no puedo hablar más que de este montaje.
Todo comienza con el asesinato (sabiamente fuera de cámara) de una niña en su jardín, que ha visto a un extraño payaso. Desde ese momento se nos sugiere más que se nos muestra, técnica que, por desgracia, no será extensible a toda la película, así, la madre chilla horrorizada al ver el cadáver presuntamente mutilado de su hija, pero nosotros solo veremos la bicicleta tirada en el suelo de esta...
Asistiremos a las investigaciones de la policía en lo que parece ser un caso más de varias desapariciones o muertes de niños. El bibliotecario de la ciudad donde todo transcurre (Derry, otra localidad ficticia en Maine) Mike Hanlon, investiga por su cuenta, y parece conocer los hechos que se están sucediendo más que la propia policía. En el lugar del último crimen halla la fotografía de un niño, que le impulsa a buscar números de teléfono en una agenda.

Los niños sufren una traumática infancia debido a los horrores...

Así, sabremos que, treinta años antes en Derry, una pandilla de siete chicos se reunieron casi por accidente, y descubrieron que los asesinatos y desapariciones de niños estaban causados por un siniestro payaso que no ven los adultos, y que puede transformarse en todo aquello que temen. Las pesquisas de los chicos, entorpecidas por el acoso de una banda de matones locales liderada por el repelente Henry Bowers, les lleva siempre a las enormes y laberínticas cloacas que hay debajo de Derry, y que parece ser el lugar de residencia de ese monstruo desde tiempos inmemoriales.
Es de agradecer el formato por el cual se nos presentan los hechos: Hanlon llama a uno de sus amigos, este recibe la llamada, siendo adulto, y a partir de esta comienza a recordar los hechos. De esa manera, cuando llegamos a los últimos flashbacks, ya tenemos suficente información sobre los chicos y sobre "Eso", ese terrible payaso de sonrisa inquetante tan magníficante interpretado por Tim Curry, y podemos enfrentarnos a la "resurrección" del monstruo en la actualidad y a como los niños (ahora adultos) le volverán a hacer frente, pero más que a ese payaso, a sus propios miedos infantiles, todavía ocultos bajo la superficie...
Otra cosa de agradecer es que el grupo de chicos en edad adolescente se aleje del tópico grupo de "goonies", chicos divertidos, bienintencionados y bastante ingenuos. Aquí todos tienen problemas, sobre todo en la relación con sus progenitores: Bill (el fallecido Jonathan Brandis) ha perdido a su hermano pequeño George (asesinado por el payaso en una de las escenas más terroríficas y recordadas del filme) y a demás de tener que hacer frente a su tartamudez, tiene que vivir con unos padres completamente hundidos y desinteresados por la vida, tras la muerte de su hijo menor; Ben se enfrenta a su orfandad por parte de padre, a tener que vivir de la caridad de parientes ricos y repelentes, y a las burlas de los mencionados matones; Beverly es una chica de familia pobre cuyo padre la maltrata constantemente, Eddie tiene asma y es un chico enfermizo, al menos para su madre, que lo sobreprotege hasta el punto de hacerle creer que siempre está enfermo y corre peligro, Mike y su familia tienen que soportar todo tipo de injusticias por ser de otra raza (recordemos que la historia, cuando son niños, transcurre en los años cincuenta)...

...que treinta años después seguirán acechándoles

Se nos va presentando a un grupo de muchachos repudiados por la comunidad y por sus propios compañeros, que se llamarán a si mismos "el club de los perdedores", pero que quizás por ese mismo aislamiento, serán los únicos en percatarse de la aterradora realidad que los rodea. Tendrán que reunir valor para bajar a las cloacas, no sin antes compartir un extraño ritual mediante el cual todos hacen uso del aparato para el asma de Eddie, como si fuese una especie de nexo de unión, y se valdrán de unos pendientes de plata con un tirachinas para hacer frente al payaso. Finalmente se marcharán, sin saber si lo han matado o simplemente lo han derrotado temporalmente. Los siete se separarán, pero treinta años después pueden comprobar que aquellos sucesos están muy lejos de haber quedado olvidados, y "Eso" ha despertado... con sed de venganza.
Centrándonos en el "monstruo", Pennywise (traducido sería payaso tacaño o payaso bailarín) es un ser realmente aterrador (los demás actores evitaban a Tim Curry durante el rodaje, según se cuenta) un ser que cada treinta años inicia un ciclo de asesinatos de niño para alimentarse, y que puede leer en sus mentes y transformarse en todos los temores infantiles, torturando así a sus indefensas víctimas ("Todos tenéis mejor sabor cuando sentís miedo", proclamará) antes de consumar sus traumáticas muertes. Nunca está claro qué es exactamente o de donde viene este ser, si bien en la novela se nos cuenta que es un ente primigenio (de innegables ecos lovecraftianos) que asolaba el pueblo de Derry y tenía que ver, directa o indirectamente, con todas las tragedias que sucedían allí. En la novela de King se nos cuenta como se ve al payaso en distintos sucesos a lo largo de los siglos: desde un tiroteo a principios de siglo XX a una extraña explosión en una fábrica o al asesinato de un homosexual. En la película solo se menciona de pasada que ya estuvo doscientos años antes en Derry, sin dar más datos en absoluto sobre sus orígenes, lo cual podría haber beneficiado al personaje, pues dar excesivas explicaciones al final acaba con la "magia" del monstruo, pero aquí tenemos la sensación de que se nos han escamoteado datos desde el principio...
Una vez en el presente, los chicos, ahora todos ellos hombres (y mujer) de éxito en la vida, tendrán que retornar a esa pesadilla que ya creían pasada, y a la promesa de volver a Derry si "Eso" no había muerto. En la ciudad, intentan plantar cara a sus miedos (Beverly visita la casa de su padre maltratador, Bill acude a la tumba de su hermano, Ben baja al estanque donde veía el cadáver de su padre fallecido en la guerra...) y finalmente se reúnen para celebrar una cena, una reunión que tiene bastantes puntos de contacto, sobre todo en los diálogos, con la película "Reencuentro" de Lawrence Kasdan. A partir de ahí, la cosa empieza a flojear: algunos se niegan a "volver a jugar como si fueramos niños", hay divisiones en el grupo... pero realmente, lo que sucede empieza a perder interés, y cuando el grupo vuelve a bajar a las cloacas, la historia sufre un importante bache narrativo, pese a la aparición en escena de la esposa de Bill (una desaprovechada Olivia Hussey).
El enfrentamiento final con el monstruo es de lo peor de la película, increíblemente burdo y mal rematado, y todo lo que después acontece es muy precipitado, como si el realizador no supiera como rematar la película y hubiera decidido escribir un final en un par de horas, sin ningún tipo de coherencia o fluidez narrativa con lo anteriormente mostrado. Quizás haya que achacarlo a un montaje apresurado o a estar ante un producto televisivo, menos riguroso de lo habitual, pero resulta realmente lamentable que algo que empieza con tantas espectativas y que mantiene el interés durante un buen rato se desinfle de mala manera cuando tocaba precisamente poner toda la carne en el asador.
Con todo, se trata de una miniserie correcta, que se luce en todas las escenas en las que Tim Curry hace su aparición con el maquillaje blanco, y con un buen casting en general. En aquel entonces, la mayoría de los actores que hacían los roles juveniles eran absolutamente desconocidos, salvo Jonathan Brandis que había participado en series como Flash o Sea Quest, y en alguna producción de género (El padrastro 2). Emily Perkins ha protagonizado la licantrópica "Ginger Snaps" y Seth Green, cuyo personaje en el filme teme al hombre lobo, acabaría interpretado, en la serie "Buffy Cazavampiros" a un guitarrista que se convertía... en hombre lobo, a su pesar.
En general, los resultados no son del todo negativos. Si, veinte años antes, una generación sufría pesadillas por un niño vampiro arañando una ventana y un monstruoso nosferatu azul en "El misterio de Salem Lot", en los noventa, King consiguió aterrorizar a otra generación entera con este payaso, máximo exponente de los terrores infantiles y cruel devorador de los niños "from outer space".