miércoles, 9 de julio de 2008

Scream, Vigila quien llama



La primera mitad de la década de los noventa no solo no supuso prácticamente ninguna evolución, cinematográficamente hablando, sino que la calidad del cine fantástico bajaba en picado, salvo las obras de unos pocos autores consagrados cuyos nombres cualquier aficionado puede conocer: el entonces emergente Tim Burton, John Carpenter, David Cronenberg, Lynch... otros como Argento o Hopper estaban de capa caída, intentando imitar sus éxitos precedentes o, directamente, en el olvido.
Mediante la explotación de sagas ta harto quemadas (Halloweeen, Viernes 13, Hellraiser, Critters, La venganza de los muñecos, Robocop, Pesadilla en Elm Street...) banalizando cada vez más las propuestas en pos de ofrecer la mayor simpleza argumental posible, y cada vez más excesos en cuanto a FX. Además, el cine gore estaba en plena época de eclosión, llegaron al videoclub cintas como "Gorex", "The burning moon" o las tropelícas de Jorg Burguereit, pero todas estas cintas, cuanto más morbosas, sangrientas y explícitas eran, más bajo caían narrativa o artísticamente, borrando las difusas fronteras entre "cine de terror con excesivos FX" o "comedia con gore para reírse con las tropelías".
1996. El cine de psycho killers está muerto. Uno de sus "padres" en los años ochenta (y hasta 70) el sobrevalorado Wes Craven, decide apuntarse a la moda del reciclaje y crear esta "Scream" (que en principio iba a titularse Scary Movie) un filme multireferencial en la onda de tarantino, pero aplicándose sobre todo al cine de terror palomitero de los ochenta: chicos y chicas guapos y pijos hablando de banalidades (más modernas, pero banalidades al fin y al cabo) mientras son acechados y asesinados por un psicópata enmascarado cuya desconocida identidad llevará al equívoco...
El prólogo que abre el filme hace predecir al espectador que va a ver una película llena de fuerza, energía, cine palomitero en su vertiente más agraciada. Así, la joven Casey (Drew Barrymore) es torturada psicológicamente a través del teléfono por una susurrante voz, que dice tener secuestrado a su novio, y le hará ciertas preguntas, formuladas con bastante mala leche. El brutal asesinato de Casey es sencillamente, inolvidable, brutal, prometedor...

El grupo protagonista

Para, a continuación, embarcarnos en una hora y pico de tópicos del peor cine made in Viernes 13, donde los adolescentes (meros arquetipos pasados por el barniz de lo moderno) donde la pandilla cuya cabeza visible es Sidney (Neve Campbell) torturada por el brutal asesinato de su madre el año anterior, su novio Billy (Skeet Ulrich) el repelente cinéfilo Randy Meeks, etc. Los asesinatos conmocionan a la pequeña población de Woodsboro, con la policía y los adultos preocupados, velando por los chicos, mientras estos solo piensan en fiestas, insensibilizados y ajenos al hecho, no solo de que dos de sus compañeros han sido asesinados, sino también que ellos podrían ser los siguientes.
Craven pretende reflejar una sociedad sin complejos, deshumanizada, y logra captar la esencia de la época, donde la mayoría de adolescentes que vayan a ver la película no disten todo lo que se podría esperar de los tópicos que se ven en pantalla. Lo mejor acaban siendo esos adultos, tan desquiciados y, en el fondo, ingenuos como los chicos: el padre ausente de Sidney que será el primer sospechoso, esa prepotente y ambiciosa periodista, Gale Weathers, interpretada por Courtney Cox, o el policía novato e inexperto manejado por esta, Dewey Riley (David Arquette), que parecen completamente distanciados de lo que les rodea.
El asesino en si, Ghostface, es uno de los más patéticos de la historia del subgénero, y se da más golpes contra paredes y suelos de los que propina a sus víctimas; sus correrías por los pasillos o su aparición en un supermercado, sin que nadie lo detecte, son completamente increíbles y no contribuyen más que a alejar de la historia a cualquier espectador que ya haya visto unos cuantos subproductos de psycho killers. La identidad del asesino va pasando de sospechoso a sospechoso, y debo reconocer que Craven logra engañar y sorprender con cierta escena, hacia el final de la película, donde se va comprobando quien es lo que parece y quien no.
Esa parte final, en una casa de campo llena de adolescentes, es puro auto homenaje: jóvenes asesinables beben y fuman mientras ven "La noche de Halloween", y Randy, el erudito en estas lides, les enseñará las principales reglas para sobrevivir en una película de terror: no beber, no fumar, no practicar sexo, y desde luego, no decir nunca "Enseguida vuelvo". Así se pone en solfa precisamente lo que estamos viendo; Craven se divierte rodando un filme de corte palomitero sin tomárselo en serio en ningún momento, regalando a sus admiradores varios auto homenajes sin pudor alguno: tras cierta escena de suspense, el director de la escuela descubre al conserje barriendo los pasillos: este luce un jersey a rayas rojas y verdes y lleva un sombrero, para más inri, se llama Fred, y está interpretado por el propio Wes. También en cierta escena, el personaje interpretado por Rose McGowan mencionará a un tal director de cine "Wes Carpenter", como si Craven quisiera compararse con uno de sus colegas (comparación de la que saldría bastante mal parado).
Así, en 1996, cuando el subgénero de asesinos psicópatas estaba a punto de extinguirse, Craven lo resucita y le da nuevas fórmulas que no son sino las viejas bañadas en oro y expuestas siempre al cachondeo y al homenaje de obras ajenas de las que supuestamente bebe Scream. Como no, el éxito económico estaba cantado, propiciando dos horribles secuelas y un sinfín de fotocopias clonadas que mezclan el modelo de Scream con todo tipo de influencias del cine añejo del cual copian elementos sin pudor: Sé lo que hicísteis el último verano, Leyenda Urbana, Cherry Falls... y un buen montón de títulos que fueron pasando de ser superproducciones "made in Dimension" a ser subproductos directos a las estanterías de los videoclubs en DVD. Así, si un año antes de Scream se estrenaba uno de los filmes fantásticos más inteligentes de la década, "En la boca del miedo", Craven demostró con esta película que no es necesario tal esfuerzo, que basta con reinventar las bases cada década y volver a repetir los más trillados esquemas del cine más consumista, añadiendo siempre caras guapas, suficientes efectos especiales, alguna persecución que haga sentir una moderada dosis de suspense al escasamente exigente público... y poco más.
Hoy en día, el género fantástico ha muerto como tal, y solo sobrevive monetariamente gracias a la sobreexplotación de éxitos anteriores: secuelas, remakes, adaptaciones de cómics, libros y hasta de videojuegos, cualquier cosa vale con tal de no esforzarse en hacer algo diferente y original, ya no evolucionar ni innovar el género, sino simplemente, hacer algo distinto que no sea una fotocopia de otra cosa. No diré que estas vacas flacas puedan achacársele a Craven, pero quedará en el terreno de la especulación que hubiera sucedido si este Scream suyo, tan apetitoso por fuera como vacío por dentro, hubiese allanado el camino.
No es Scream una obra maestra, ni siquiera una buena película. Su prólogo, como cortometraje, si habría sido una absoluta obra maestra, pero como conjunto de una obra, todo resulta demasiado pretencioso, falto de modestia y sin ningún tipo de incentivo. No ofrece nada que no ofreciese cualquier secuela de Viernes 13, salvo ver caras conocidas y proporcionar una hora y media de entretenimiento, que en los tiempos que corren, empieza a ser cada vez menos frecuente.

No hay comentarios: