jueves, 31 de julio de 2008
Sepultado vivo
Este interesante thrillertiene la virtud de haber sido la primera película de Frank Darabont, posteriormente, de sobra conocido por "Cadena Perpetua" y "La milla verde". Dirigida en 1990 para la televisión, todo ronda en torno al eterno tema del enterramiento en vida, y el terror a despertar a dos metros bajo tierra. Sin demasiadas pretensiones y complejos, consigue crear un ambiente claustrofóbico y hacernos sentir una gran simpatía hacia el protagonista.
Clint Goodman (interpretado por Tim Matheson, actor que durante los setenta y los ochenta interpretó diversas películas de adolescentes, como Desmadre a la americana o Los albóndigas en remojo, y que aquí resulta francamente simpático y sorprendente) es un buenazo. Tras casarse en Nueva York con Joanna (Jennifer Jason Leigh) vuelve al pueblecito donde creció, para disgusto de ella. Clint lleva un negocio de construcción más que rentable, ha construído con sus propias manos la casa de sus sueños, y hace lo posible para que ella se amolde a su nueva vida, pese a que su mujer nunca está contenta. Años atrás, de adolescente, Clint era un auténtico delincuente, pero se reformó bajo la tutela del sheriff Sam Eberly. Ahora, de adulto, este es su mejor amigo, y los dos suelen ir a pescar, y Clint se lamenta de lo poco feliz que parece su esposa. A él le apetece de verdad tener un hijo, pero ella se niega.
Lo que el espectador descubre pronto, y el pobre Clint no, es que Joanna ya estuvo embarazada, pero abortó. El médico que realizó la intervención, Cort (William Atherton) es ahora su amante. A este no le cuesta demasiado explotar los sueños de Joanna de huir de esa vida, para convencerla de que asesine a su marido y venda su rentable negocio de construcción. Pese a sus temores (de orden práctico, no moral) Joanna acaba aceptando, y una noche envenena a Clint con un extraño veneno que le proporciona Cort, y que no deja huellas. La tacañería de Joanna hace que su marido sea enterrado deprisa y corriendo, sin autopsia, ni velatorio, y en un ataúd de madera podrido que lleva años almacenado en la funeraria.
La noche después del entierro, Clint despierta sepultado vivo... gracias, irónicamente, a la tacañería de su esposa, no le cuesta romper el ataúd podrido, pero la agonía de subir entre los kilos y kilos de tierra que le aprisionan no se le olvidará... acude a su casa, medio muerto de sed y con las manos destrozadas, y allí descubre a su esposa con el médico, y por fin se percata de lo sucedido. En un impulso, se decide a asesinar a Joanna, pero cuando está junto a ella mientras duerme, comprende que no sería suficiente, y trama un diabólico plan de venganza contra ambos...
La película ostenta un nivel bastante superior a lo que suelen ser este tipo de telefilmes, con un guión correcto, interesante, y que consigue en todo momento meternos en la historia, y ponernos totalmente de parte de su torturado protagonista, haciéndonos sentir ultrajados ante la inhumana frialdad con la que su esposa (magnífica Jennifer Jason Leigh) corresponde a toda la atención y paciencia que él le presta.
Si bien se nota cierta dejadez en lo visual, la banda sonora, el guión y los actores corresponden a una buena película de suspense, muy entretenida. Los inicios (bastante olvidados, me temo) de un director reconocido hoy en día por sus películas. No estaría nada mal que se recuperase, pues ya se detecta que en este telefilm hay "algo más".
La película gozó de cierto prestigio en el mercado de vídeo, gracias al boca a boca, lo que propició que, años después, se rodase una secuela, dirigida por el propio Matheson, que contaba con este y con Ally Sheddy como actores, y que hasta ahora no he conseguido ver.
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