martes, 8 de enero de 2008

La noche del cazador



La noche del cazador es sin duda un clásico del cine de suspense, una de las películas más influyentes del cine fantástico actual. Tremendo fracaso en su día, hoy está reconocida como una obra magna. Fue la única película dirigida por el excelente actor Charles Laughton, dirigida en 1955 y rodada en un blanco y negro expresionista, angustioso y desolador. Protagonizada por el siempre excelente y convenientemente perverso Robert Mitchum y por Shelley Winters, estamos ante una película que es algo más que un melodrama de la época de la Depresión, algo más que una historia de suspense magníficamente contada, es prácticamente un cuento de hadas, macabro y oscuro, pero cuento de hadas.
Son los años de la Depresión, donde nadie tiene trabajo, ni prácticamente nada que llevarse a la boca. Un joven y desesperado padre de familia, Ben Harper, roba un banco, y mata en el transcurso del robo a dos personas para poder escapar. Cuando llega a casa con el botín, perseguido por la policía, entregará el botín a su hijo John, haciéndole prometer que cuidará de su hermana pequeña Maggie, y que no revelará jamás el lugar donde está escondido el botín, ni siquiera a su frágil madre (Shelley Winters). Apresado por la policía, en prisión conocerá a un predicador pervertido, Harry Powell (Robert Mitchum) que lleva tatuadas en los nudillos las palabras "amor" y "odio" y que tiene una particular visión de la Biblia. Harry intenta que Ben le diga donde está el botín, incluso le interroga mientras duerme, pero la única frase que le arranca en sueños es la cita bíblica "Un niño te guiará". Poco después, Ben es ajusticiado en la silla eléctrica.
Algún tiempo después, la recién viuda trata de sobrellevar su estado, hacer frente a la verguenza que sufre por los delitos de su marido y sacar adelante a sus hijos en la comunidad rural, reprimida, estrictamente religiosa y muy dada a chismes. Al pueblo llegará un aparentemente amable, equilibrado y recto predicador, que no es otro que Harry Powell, que pretende conquistar a la viuda, convencido de que los hijos de Ben Harper conocen el escondrijo el botín. Ni la mujer ni los vecinos se apercibirán de la maldad e hipocresía que se esconden tras el supuesto religioso, pero el pequeño John pronto comprende que Powell no es el salvador, el padre de familia sustituto, sino el ogro que ha venido a destruir su hogar, y el muchacho tratará de salvar el secreto de su padre, que juró llevarse a la tumba..

El temible falso profeta Harry Powell

El filme tiene una fuerza visual y conceptual aplastante. Ya sean los planos nocturnos en los que John entrevee entre las cortinas de su cuarto al hombre que vigila su casa, y que pronto será el hombre de la misma, los caminos rurales abandonados y llenos de miseria, el cadáver de la pobre viuda sumergido en las aguas del lago, o ese viaje que hacen los niños de noche por un solitario río, con los bosques llenos de extraños sonidos y las figuras de las bestias que les acechan. Se trata, sobre todo, de una relectura de cuento infantil, del niño que se enfrenta al ogro y debe madurar y pasar a la etapa adulta para poder vencerlo. El pequeño John, pese a su corta edad y su ignorancia hacia multitud de cosas, protege a su hermana de los peligros por encima de todo, y tiene que aprender a sobrevivir para sacar adelante a la niña, y a la vez, esquivar la persecución de ese ogro que ha destruido su familia, y cuyos únicos motivos son un puñado de billetes. En definitiva, La noche del cazador es un clásico, con un Robert Mitchum impagable (repetiría el papel de "ogro" de hombre pervertido e hipócrita, en la tambien excelente "El cabo del terror"). En su día, la película fue despreciada precisamente por los motivos que la han convertido en clásico, por no ceñirse a ningún género en concreto y beber de varios, quedando este como el único film, de innegable talento, del normalmente actor Charles Laughton.
Papá llega a casa...

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