sábado, 21 de junio de 2008

Hellraiser III: Infierno en la Tierra



En 1994, la saga Hellraiser, iniciada con bastante éxito por Clive Barker en 1987, llegó ya con esta, la tercera entrega, a perder los mínimos de calidad exigibles para este tipo de filmes, cayendo en picado y hundiéndose en los abismos de la (mala) calidad telefílmica. Tenemos un guión de Peter Atkins, supuestamente capacitado por ser colaborador de Barker, y que se había encargado ya del guión, no del todo despreciable, de la primera secuela "Hellraiser II: Hellbound".
Los derechos de la saga caían sobre New World, productora americana de Roger Corman que había distribuido la primera y segunda entrega en los Estados Unidos, pero dicha productora quebró, y los derechos cayeron en el olvido, de modo que no hubo secuela en seis años. Cuando una nueva productora, Dimension, resurgió con los restos de New World, se puso en marcha esta secuela, que estuvo al cargo de Anthony Hickock, un director discreto y bastante mediocre.
Contando tan solo con Doug Bradley como único punto de contacto con los anteriores equipos artísticos, la película narra la historia de una joven periodista, Terry, que desea salir de las noticias banales en las que está metida, y que encontrará en los pasillos de un hospital a un joven destrozado por unas cadenas. Seguirá su rastro hasta "La caldera" un local de moda cuyo dueño, JP Monroe, es un transunto del Frank Cotton de los primeros filmes, un tipo chulo, que trata con desprecio a las mujeres y que lleva una vida de banalidad y placeres materiales. Compra una estatua que halla en una tienda de anticuarios (vista al final de la previa secuela) donde, además de estar Pinhead atrapado está la caja, la Configuración del Lamento, que el muchacho del hospital se apropió. La casa llegará hasta Terry por medio de la novia del chico, Joey, mientras Pinhead vuelve a la vida tras un accidente involuntario que le da sangre, y ofrece a Monroe un mundo de placeres inimaginables si le lleva víctimas que le saquen de su prisión con su sangre...
Como vemos no hay nada nuevo bajo el sol. Otra historia de muchacha inocente, ignorante de los mundos que se abren en los espacios siderales y de los placeres que ostentan los sacerdotes de esos mundos, cuya vida se ve alterada por la presencia de la caja. Por otra parte tenemos a un hombre sin escrúpulos que venderá su alma al Diablo, por así decirlo, a cambio de esos placeres sin límites que le son ofrecidos por Pinhead, aquí indiscutible héroe de la función.

Monroe observa la extraña escultura que contiene a Pinhead

Pero aquí, ni la joven aparenta tanta inocencia, ni es tan desprevenida como la Kirsty Cotton de los filmes precedentes, y el hombre que realiza el pacto mefistotélico es un chulo sin personalidad, dueño de una discoteca de moda, incapaz de hacer sentir nada al espectador salvo ganas de que sea liquidado pronto, lejos del misterio que rodeaba a Frank Cotton en las anteriores entregas. Aquí es todo pueril, y cualquiera que se cruce con Pinhead puede verse convertido en cenobita, como si de una simple infección vampírica se tratase; no importa en absoluto que clase de persona que sea, que tenga o no acceso a la caja, que merezca o no dicha ascensión. Así, la supuesta "novedad" que ofrece esta tercera entrega es sacar a los cenobitas a la calle, para provocar un montón de sangre, pánico y aburrimiento. Pinhead camina entre el fuego y los cadáveres, soltando chistecitos a lo Freddy Krueger, y hasta tiene tiempo para alimentar al sacerdote de una iglesia cristiana con su carne, como una comunión oscura y completamente carente de sentido, una escena más, amarrada a la que la precede y la que la continúa sin ningún tipo de importancia o evolución narrativa.
Pero aún queda el ridículo asinto del doble de Pinhead: si en la anterior secuela descubríamos que los cenobitas tenían un pasado humano, y que su líder había sido un soldado llamado Elliot Spencer, aquí aparecera la "personificación" de Spencer cuando Terry empiece a jugar con la caja, y conminará a la chica a ayudarle a acabar con su "mitad" cenobita, algo completamente absurdo, un comodín ridículo sacado de la manga para añadir metraje y sacar al actor Doug Bradley sin maquillaje, y propiciar también una escena en que ambos (Pinhead y Elliot Spencer) se funden en un solo cuerpo, que si bien en otras circunstancias podría haber sido algo muy interesante, aquí no es más que una excusa para mostrar efectos especiales.
En definitiva, un filme fallido que abocaría a las sucesivas entregas de la saga a repetir esquemas, en lugar de explorar el mundo cenobita desde otras perspectivas, lo que podría haber dado lugar a infinidad de secuelas muy interesantes. Se prefirió, sin embargo, convertir a los cenobitas en protagonistas de las películas, payasos infernales cuya "profundidad" era risible en comparación con los del primer filme, y sus protagonistas humanos siempre fueron "héroes" o heroinas ajenos al mundo cenobita, u hombres oscuros y de aviesas intenciones que tratan de atravesar las barreras entre los mundos. En cuanto a "Hellraiser III: Infierno en la tierra", es una peliculita de serie B que bordea el ridículo sin tener absolutamente nada que aportar.

1 comentario:

gary tormento dijo...

la primera entrega es un clásico del terror y Pinhead un icono. Además a Hellraiser le deben mucho otras buenas pelis posteriores como Dark City. Estoy de acuerdo en que las continuaciones (como casi siempre)no estan a la altura ni apartan nada interesante.
Un saludo