sábado, 21 de junio de 2008

La maldicion de Frankenstein



En 1957, la Hammer Films había pasado de ser una productora de segunda a encaminarse hacia su destino como "La casa del Martillo", prdoctora que tendría en su haber decenas de películas fantásticas realizadas por genios artesanos como Terence Fisher, Roy Ward Baker, Val Guest...
El experimento del doctor Quatermass y su secuela Quatermass 2 fueron los filmes que le dieron aquella merecida fama, y gracias a dicha fama, nació este filme. Según parece, los planes iniciales eran realizar el filme en blanco y negro, y contando con el sin par Boris Karloff para repetir su papel, pero la Universal no lo permitió. Milton Subotsky, futuro responsable de la principal competidora de la Hammer, la Amicus, fue quien escribió la primera versión, pero parece ser que era demasiado corta, y fue reescrito. Se contó (gracias a Dios) con Terence Fisher para la dirección, en la que sería su primera colaboración con la casa Hammer, su primera obra maestra. Peter Cushing fue contratado para hacer del barón Frankenstein. Como su Van Helsing de "Drácula" un año después, es un papel para el que parece haber nacido, logrando incluso eclipsar el recuerdo del frenético y arrepentido Colin Clive en los filmes de James Whale para la Universal, y Christopher Lee como su criatura, elegido principalmente porque tenía experiencia como mimo, y su personaje además de gran torpeza, era mudo.
Parece ser que hay distintas versiones de la película, con distinta duración y distintas escenas. La que yo he visto comienza con una introducción donde el joven Barón, que ha heredado el título de su padre muy joven, debido a la muerte de su primogenitor, contrata a Paul Kremp, un tutor, para que le enseñe Medicina. Durante años, el joven Barón y su tutor quedan ambos absorbidos por sus enseñanzas, y cuando, finalmente, el maestro ya ha enseñado todo al alumno, los roles se invierten y Frankenstein le habla a Paul de su gran proyecto: crear vida a partir de materia muerta. Sus primeros experimentos con animales pronto dan sus frutos positivos, ante la emoción de ambos, y Paul propone presentar el acontecimiento a la comunidad médica, pero la obsesión del Barón, lejos de quedar satisfecha devolviendo la vida a perritos, pasa por la ignominiosa tarea de crear vida humana en trozos de cadáveres recompuestos...
Pese a la repugnancia que Paul siente hacia la idea, cierta curiosidad mórbida le une a su antiguo alumno, y le ayuda a robar varios trozos de cadáveres que irán recomponiendo en un tanque preparado para tal efecto. La tensión entre ambos aumentará, y el antiguo maestro permanece en el caserón debido a la inocente presencia de Elizabeth, la prima del Barón y su prometida. Sin embargo, Frankenstein no se conformará si su creación no es perfecta, para lo que debe matar a un sabio y robarle el cerebro. Paul huye horrorizado ante la sola idea, pero el Barón sigue adelante con su proyecto, invita a cenar a un anciano científico a su casa, y le mata fingiendo un accidente, robando su cerebro tras el entierro. Paul le descubre, intenta detenerle, y en el forcejeo el cerebro resultará dañado...

El doctor y su criatura

Con la música de James Bernard y la fotografía de Jack Asher, Fisher estaba marcando un molde para el futuro de la productora. Pero sin duda el mayor hallazgo de este filme es el personaje interpretado por Cushing: un frío y maquiavélico genio enfermizo que conspira para conseguir aquello que desea (no hay más que ver como manipula a su maestro para que permanezca a su lado, o como amenaza sutilmente a su prima para que esta no intente interferir en su trabajo) y cuyos experimentos se siguen con gran interés durante parte del proceso, pero una vez nacida la criatura (un ser horrible, físicamente fuerte, pero completamente alejado de la humanidad normal) el espectador comienza a sentirse alejado del Barón, pues este, ni siquiera frente a la evidencia de su fracaso se plantea abandonar, se erige Dios, un dios frío y absoluto con poder sobre la vida y la muerte, que no cejará hasta haber conseguido sus objetivos, aunque tenga que sacrificarlo todo...
Una vez estrenada, la película fue clasificada X, incluso tras cortar algunas de sus escenas, en las que el Barón metía una cabeza amputada en un tanque de ácido, por ejemplo. Se tachó como una de las películas más sádicas y horrendas de la historia, lo que resulta ingenuo hoy en día. Sin embargo, si el gore y la violencia están ya más que superados, sigue siendo escalofriante ver como el Barón Frankenstein trata a los cadáveres, los trozos de carne muerta que utiliza como piezas de sus experimentos, igual que utiliza a los seres vivos que le rodean. Este diosecillo humano, prepotente y arribista, que se cree mejor y superior, con poder para disponer la vida y la muerte a su antojo, es el verdadero logro, el mayor descubrimiento de este filme. Lejos de deteriorarse, la saga seguiría explorando interesantísimos caminos en obras maestras como "La venganza de Frankenstein" y "El cerebro de Frankenstein". "Frankenstein creó a la mujer" y "Frankenstein y el monstruo del infierno" se erigen ambas como películas menores pero en absoluto despreciables, todas ellas orquestadas por ese genio que fue Terence Fisher.

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