domingo, 25 de noviembre de 2007

Dracula



Tod Browning era un genio del cine, que duda cabe. Él, junto con James Whale, puso en marcha el ciclo de monstruos de Universal, que podría entenderse como el nacimiento del cine de terror sonoros, o incluso el nacimiento del cine de terror "moderno" aunque esto sería mucho más arriesgado. Con películas como "Freaks" o "La marca del vampiro" en su filmografía, la valía de Browning como director está más allá de la duda, pero su nombre es recordado sobre todo por la mencionada Freaks y por esta Dracula. Y es que Browning quería hacer un ciclo sobre monstruos clásicos, auspiciado por la Universal, que había comprado los derechos de la obra teatral "Dracula" de Hamilton Deane, siendo pues la novela de Stoker la primera película en producirse, con Lon Chaney. Pero Chaney sufría un cáncer de garganta, y murió antes de comenzar el rodaje. Tras descartar a varios actores, Browning fichó por el actor que interpretaba al personaje en la célebre obra de Broadway, un desconocido Bela Lugosi. Hoy, decir Bela Lugosi es decir Dracula, pero en aquel entonces, Browning tuvo que luchar por conseguir al actor (no sabía hablar inglés, lo que lo hacía todo más difícil).
El guión fue un refrito entre varios autores, pero en los créditos consta Garret Fort, basándose en la obra de teatro que a su vez, está basada en la novela original (excelente e imprescindible, por cierto). Como protagonistas, además de Lugosi, un inolvidable Dwigth Frye y Edward Van Sloan.

El conde y su victima

La película tiene un prólogo inquetante y visualmente impecable, donde un agente de ventas, Rendfield, viaja a Transilvania para reunirse con un aristócrata de la zona, el Conde Dracula,con quien debe cerrar la venta de una propiedad en Londres, donde el Conde piensa trasladarse en breve. Tras recibir toda clase de advertencias de los incultos lugareños, llegará al castillo casi en ruinas, en peculiares circunstancias, le recibirá un sombrío aunque hospitalario Dracula, que le convida a una cena durante la cual arreglan sus asuntos de negocios. En esta escena de la película Lugosi pronuncia algunas frases emblemáticas que le seguirían hasta la tumba "Escuchelos. Son los hijos de la noche. Que maravillosa música la suya" (ante los aullidos de los lobos en el exterior del castillo) o la todavía más célebre "Yo nunca bebo... vino".
Tras la cena, el conde se retirará dejando a Rendfield solo en sus habitaciones, pero el agente inmobiliario tiene ya marcado su trágico destino, y tras ser tentado por tres silenciosas vampiresas, queda hipnotizado, y el Conde entrará de nuevo en el cuarto para beber su sangre y convertirle en su esclavo para siempre.
Más tarde, Rendfiel, ya completamente loco, y su amo, llegan en un barco lleno de cadáveres a Inglatera, donde el primero es recluido por loco en el sanatorio Seward, y el aristócrata vampiro ocupará la finca adquirida e irá introduciéndose en la sociedad londinense al mismo tiempo que sacia su sed de sangre en los callejones más miserables.

Dracula mueve los hilos desde las sombras

Es esta parte del film la que está considerada "en exceso teatral" y no deja de ser cierto, solo hay una convrsación tras otra, en las que se nos informa de lo que sucede, pero poca acción. Sin embargo, yo encuentro maravilloso cada fotograma, y no creo que el cine tenga que ser siempre sinónimo de acción para entretener. Dracula fascina a Lucy, la cual muere, sin una gota de sangre en su cuerpo, lo que llama la atención del doctor Van Helsing, que comienza a investigar, a la vez que Mina Harker se convierte en la siguiente víctima del vampiro, y también vemos la evolución de Renfield, completamente obsesionado por beber la sangre de "pequeñas vidas" como moscas y arañas que se afana en cazar en la ventana de su cuarto en el manicomio.
Estamos ante una joya del cine clásico. Si bien hoy en día ver la película no puede causar ninguna inquietud en absoluto (incluso, a los espectadores menos rigurosos les llega a causar risa) en su día causó un impacto similar al que causaron en su momento películas como "El exorcista". Su aura clásica es fascinante. La fotografía expresionista, de Karl Freund, confiere a la película una estela mítica. Tuvo varias secuelas, la primera "La hija de Dracula" donde la condesa Zaleska, hija del noble, reclama su cadáver para darle sepultura, e intenta después seguir con su vida y con el estigma del vampirismo. También se produjo un hecho extraño, ya que en aquella epoca las peliculas no eran dobladas, por lo que, al mismo tiempo que se dirigía Dracula, se dirigio otra versión, de habla hispana, con los mismos decorados y al mismo tiempo, pero con actores hispanos. El "Dracula hispano" es toda una leyenda, en absoluto despreciable, e incluso en algunos pasajes supera a su gemelo americano...

1 comentario:

Perry Mason dijo...

Una OBRA MAESTRA con todas las letras!