domingo, 25 de noviembre de 2007

El tren del terror



Roger Spottiswoode había sido montador del mismo Peckinpack, y acabó consoliándose como un director algo excéntrico, camaleónico. Nunca se ha afincado en ningún género concreto, ha ido picoteando en todos. Su debut nos llegó en 1981, y se llamó El tren del terror. En apariencia, es solo un slasher juvenil más a la sombra de Halloween, pero si buceamos un poco, encontramos un producto mucho más sugestivo, elaborado y maduro de lo que parece.
En una fiesta de fin de curso, llena de adolescentes salidos, somos testigos de la broma que unos chicos gastan a Kenny, encerrándolo en una habitación con un cadáver robado. En la broma participa Alanna (Jamie Lee Curtis, recién salida de Halloween II) pero como resultado de esta, el muchacho enloquece y cae por una ventana.
Cuatro años más tarde, la misma clase de chicos prepara su fiesta de despedida tras la graduación. La fiesta la organiza Doc a bordo de un viejo tren. Doc fue el principal responsable de la broma, un muchacho irresponsable, inmaduro y con un negro sentido del humor. Alana, que no le ha dirigido la palabra desde aquella fatídica noche, va a la fiesta por obligación, ya que su novio y sus amigas también acuden. Una vez el tren en marcha, aparece y desaparece por los pasillos un asesino, disfrazado con una máscara de Groucho Marx, aunque es capaz de esconderse bajo una gran gama de disfraces. Mientras este asesino acecha todo y a todos, los jóvenes beben alcohol y se divierten, asistiendo a trucos de magia de lo más variados, por cortesía de un joven mago (David Copperfield, nada menos).
Pasa el tiempo, y a diferencia de cualquier slasher al uso, los asesinatos y el gore no hacen acto de presencia. Y cuando los crímenes se suceden, no son estos los que interesan al director, sino sus posteriores consecuencias. Alana encuentra un cadáver en un baño, por lo que pide ayuda a uno de los operarios del tren. Pero al volver al baño, este está vacío y no hay sangre ni signos de lucha, etc.

El mago interpretado por Copperfield vigila a su público de forma más bien sospechosa

Se mantiene durante toda la película la incógnita de la identidad del asesino. Podría ser el humillado muchacho, Kenny (que acabó en un manicomio y asesinó a alguien, según se informa) o podría ser cualquiera. Será Alana quien, finalmente, tenrá que hacer frente al psicópata, tras resultar atacada por este (oculto tras una inquietante máscara de anciano).
Como se puede ver, El tren del terror está mucho más cerca de un producto honesto y de calidad como Halloween que de un slasher hecho en serie y sin alma, como cualquier secuela o imitación de Viernes 13. La película tiene una iluminación llena de misterio, que incluso la conecta con el giallo (rojos oscuros, verdes abruptos...)
En conclusión, estamos ante una película entretenida, que acaba ofreciendo lo que promete, que no supuso ninguna revolución para el género, pero si una muestra convincente de este, sin demasiada sangre, cargado de misterio, de sugerencia antes que de explicitud. Sin llegar a la categoría de clásico (no digamos ya obra maestra) El tren del terror es una pequeña joya ignota que merece la pena recuperar.

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