sábado, 3 de mayo de 2008
Las colinas tienen ojos
Wes Craven nunca ha sido santo de mi devoción. Es un hombre al que hay que respetar, puesto que al menos, lleva treinta años haciendo cine, el cine que le gusta, con más o menos éxito económico y algo de prestigio crítico (cada vez menos). Sus películas, sobre todo las más emblemáticas, tienen legiones de seguidores. Personalmente, me parece "Pesadilla en Elm Street" su única película redonda (aún así, mal rematada, con un final típico de Craven). Su primer filme, mano a mano con Sean S. Cunningham, fue "La ultima casa a la izquierda" una de las películas más gráficas, repulsivas e innecesarias que he visto, cuyos "actores" hacen difícil seguir el filme con un mínimo de credibilidad, y su aspecto visual no difiere mucho de cosas como "El proyecto de la bruja de Blair".
Su siguiente filme, en 1977, fue algo más apreciable, "Las colinas tienen ojos".
El film no fue precisamente mejor, a nivel técnico o interpretativo, pero el guión parece algo más elaborado (no mucho) y Craven ya no parece tener tanta insistencia en mostrarnos algo repulsivo cada cinco minutos. También incorpora a algunas actores cuya labor posterior será muy reconocida, aunque aquí no brillan demasiado: el deforme Michael Berryman, siempre fiel al género, la madura scream queen Dee Wallace Stone y Janus Blhyte (vista en El fantasma del paraíso, de Brian DePalma).
Todo comienza en una gasolinera en medio del desierto. Su anciano propietario habla con una muchacha que parece salvaje; según dicen, hay "algo" escondido en las montañas, a lo ambos personajes no son ajenos, y los militares tienen intención de hacer una intensiva búsqueda en las colinas.
La muchacha se esconde cuando llega una feliz familia americana en su caravana, los Carter: el padre es policía retirado, la madre es un poco "fanática religiosa" la hija mayor (Dee Wallace Stone) viaja con su marido y con su hija pequeña, apenas un bebé, y los otros dos hijos adolescentes no hacen más que pelearse. La familia viaja a California, pero antes, quieren pasar por una vieja mina de plata que les han dejado en herencia. El viejo intenta desanimarles, como mandan los cánones del género, pero no lo logra, y emprenden el viaje. Unos extraños personajes a los que nunca vemos observan los avances de la familia con unos prismáticos, y se comunican con walkie talkies. Finalment,e la caravana sufre un accidente que les obliga a parar el viaje; el padre decide volver a la gasolinera, y su yerno va a ver si puede encontrar ayuda, pero se hallan en medio del desierto. Los perros de la familia salen corriendo, uno de ellos muere destripado, la noche cae rápidamente, y el horror se desata sobre la familia Carter...
Lo que mora en las colinas, según explicará el viejo de la gasolinera a Papá Carter, es la familia de su propio hijo. En los años cincuenta, el vieo y su esposa tuvieron un hijo que no era normal, peludo y pesado. Se comía vivas a las gallinas, se divertía echando a los perros en los pozos... una noche en la que el viejo salió a comprar comida, aquel engendro quemó la casa con su madre y una hermana pequeña dentro, por lo que el viejo le abrió la cabeza y le tiró al desierto, donde esperaba que muriese desangrado o del calor. Pero el hombre sobrevivió, secuestró en la ciudad a una prostituta por la que nadie preguntaría, y ha formado una manada de hijos locos que sobreviven alimentándose de perros, alimañas... y ocasionales viajeros que pasan por allí. El asedio de la familia caníbal a los Carter no se hará esperar, y no va a haber tregua...
Las escenas crueles "Made in Craven" se pueden contar con los dedos de una mano: el perro destripado, el hombre crucificado y quemado vivo, la violación de la hija en la caravana... el supuesto mensaje que Craven quiere transmitirnos no deja de ser un tópico pueril: ninguna de las dos familias es enteramente "buena" o "mala"; los Carter pueden convertirse en salvajes tan violentos como ellos, y alguno de ellos puede sentir piedad y compasión. Un argumento trillado en exceso, y que es desarrollado por Craven sin demasiada convicción.
Del guión, lo mejor que puede decirse es que es una copia más o menos enmascarada de la por entonces en el candelero "La matanza de Texas" de Tobe Hopper. Así, tenemos a un grupo de caníbales que viven en un paisaje agreste, caluroso y asfixiante, y a un grupo de personas representantes (más o menos) de la normalidad, que se pierden en ese lugar y son rodeados y asediados por la familia caníbal, en busca de su carne (además, ambos films comparten a Robert Burns, director artístico que ha participado en no pocos filmes de género). El equipo técnico (once personas) no debe diferir mucho de aquel que rodó "La última casa a la izquierda" pues los resultados, a niven visual y técnico, fueron muy similares.
Las colinas tienen ojos alcanzó un buen éxito económico en el circuito de auto cines, y ganó además el premio a la mejor película de la Academia de Cune Fantástico y Ciencia Ficción de Los Angeles. En España se estrenó mancillada con la dichosa letra S, que identificaba productos (supuestamente) sexualmente explícitos o demasiado violentos. Hoy en día, ambas cosas han sido superadas scon creces, y la película de Craven apenas podría entrar en antologías de gore, y si en el subgénero de terror rural.
El filme contó con una secuela, dirigida en 1981, pero no estrenada hasta 1985, después del fulgurante éxito de Craven, Pesadilla en Elm Street (1984). El filme es mucho, mucho peor que el primero, y no ofrece nada interesante: repesca a Janus Blythe y Michael Berryman para otra aventurilla por el desierto, esta vez por parte de un grupo de chavales que van en autobús a una competición de motos, y se pierden en el desierto. Técnica y artísticamente nula, Craven ha reconocido que la hizo por dinero, porque en aquel momento, nadie quería producir la película de Fred Krueger, y él necesitaba dinero. Es uno de los puntos más bajos de su filmografía, y además rellena su metraje con escenas de la película anterior.
Como anécdota, con esta película se inició una pequeña serie de homenajes privados entre Craven y Sam Raimi: si aquí vemos un poster de la película "Tiburón" roto por la mitad en la caravana de los Carter (quizá para conseguir una comparación, queriendo indicar que el terror humano siempre será más aterrador que el animal) en la ópera prima de Raimi, Posesión Infernal, aparece, en el sótano de la casa, un poster de Las colinas tienen ojos, también roto. Craven devolvió el homenaje cuando, en Pesadilla en Elm Street, la protagonista veía Posesión Infernal en la televisión...
Se habló durante un tiempo de una tercera parte, que tendría un argumento de ciencia ficción, pero lo que nos ha llegado ha sido el remake de Alexandre Aja, que me ha parecido de lo peorcito: mucha sangre sobre maquillajes, muchos gritos, pero en esencia, la misma historia contada con los cánones actuales de cine de terror (que no son precisamente mejores que los de los años setenta). La pelicula de Aja ha tenido secuela, que no he podido ver...
Las colinas tienen ojos, de Wes Craven, no revoluciona el género, no lo hace evolucionar, simplemente presenta una película chapucera técnicamente (y aristicamente, salvo algunas excepciones contadas) pero al fin y al cabo, una historia entretenida y al límite. Sabiendo lo que uno va a ver, no es en absoluto un film despreciable.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario