miércoles, 7 de mayo de 2008

Las novias de Dracula



Drácula fue el segundo éxito realmente importante de la casa Hammer, tras la maravillosa "La maldicion de Frankenstein" gemela de esta en cuanto a equipo técnico, protagonistas e intenciones. Y por supuesto, amabas estuvieron dirigidas por el sin par Terence Fisher, artesano de la casa que ha devenido en uno de los más interesantes realizadores del género que jamás han existido, ya sea con sus sagas Frankenstein y Dracula, con la maravillosa "La maldicion del hombre lobo" narrada casi en clave de cuento de hadas, o las fascinantes "La gorgona" y "Las dos caras del doctor Jekyll".
Dos años después del exitoso Drácula, llegaría la secuela, dirigida por supuesto, por Fisher, con un guión que pasó por varias etapas: así, al principio, el barón Meinster tendría como némesis al personaje de Latour, en lugar de Van Helsing, y Christopher Lee habría de aparecer al final de la cinta en un breve papel. Sin embargo, la negativa de Lee a volver a interpretar al personaje de Stoker (negativa que mantuvo durante toda su carrera, un caso similar a Sean Connery/James Bond) y la incorporación del extraordinario Peter Cushing en su rol de Van Helsing propiciaron cambios diversos hasta convertirse en el film que hoy conocemos (también se eliminó una secuencia con un ataque por parte de cientos de murciélagos, idea aprovechada en la siguiente película vampirica de la Hammer)
Una voz en off nos pone al corriente: Drácula ha muerto gracias a la acción de Van Helsing, pero son muchos sus discípulos, vampiros o humanos, que continuan persiguiendo la profanación de todo lo sagrado y la destrucción de la vida.

El diabólico Baron Meinster

Una cándida joven, Marianne Daniele, se dirige a una escuela de señoritas para impartir inglés y francés, pero por el camino se detiene en una posada, siendo observada por un inquetante hombre de negro. El cochero la abandona sin explicación, y consternada, la joven pide asilo por una noche en la taberna. A esta llega una anciana de aspecto altanero, la baronesa Meinster, aristócrata de la zona y dueña de las tierras circundantes, que tras conocer la situación de la muchacha, la invita a cenar a su castillo, con la promesa de que será llevada a su destino por la mañana. La joven acepta, pese a las advertencias del tabernero, y cena en el decadente y enorme castillo, donde su anfitriona le explica que su único hijo murió tiempo atrás, de una misteriosa dolencia, y por eso ella vive sola en el castillo, con una única y vieja sirvienta, Greta.
Sin embargo, desde la terraza de su habitación, Marianne observa a otra persona en el cuarto contiguo, y descubre confinado en una habitación al joven barón Meinster (adecuado David Peel) un joven de rostro angelical que está allí encadenado por su madre. El muchacho le pide que le libere, para lo que Marianne deberá robar la llave del cuarto de la baronesa. El barón, obviamente, es un vampiro, que vampirizará a su madre. La muchacha huirá de la mansión y cae desvanecida, siendo recogida al amanecer por el carruaje en el que viaja el profesor Van Helsing, que se dirige a la posada al haber oído rumores de vampirismo. Marianne es llevada por fin a la escuela, donde poco después aparecerá el Barón Meinster para pedir su mano...
Pese a ciertas licencias argumentales (por ejemplo, en Dracula, Van Helsing aseguraba que los vampiros no podían transformarse en murciélagos, y aquí si) estamos ante una de las mejores películas de la casa, un film fascinante por lo que cuenta y por como lo cuenta, cercano incluso a "La maldicion del hombre lobo" en cuanto a su condición de "cuento", con esa fotografía de colores abruptos, esa historia de una familia aristócrata decadente que cayó en desgracia y fueron explorando terrenos de depravación cada vez más profundos (se nos cuenta que la baronesa participaba y animaba a su hijo en sus "juegos" y excesos, una insinuada relación incestuosa).

Las novias del título

Pese a su enorme calidad, el filme tiene algunos fallos de guión, por ejemplo, que el barón Meinster esté atado por una argolla en su tobillo. ¿Porque no se convierte en murciélago y sale volando? ¿Quizás porque la argolla es de plata? ¿Repele la plata a los vampiros? Detalles que no se explican en la película, haciéndola ligeramente incompleta (la cruz en el molina al final peca de lo mismo). Pese a estos fallos, estamos ante una auténtica obra maestra del género, y una de las mejores películas de vampiros de todos los tiempos. La casa Hammer repetiría, con una trama ya sin Cushing en "El beso del vampiro" un filme inferior, pero con todo muy interesante; y la última obra maestra del ciclo sería "Drácula, Príncipe de las tinieblas" de nuevo con Fisher en la dirección y Christopher Lee retomando su papel. Por desgracia, la saga seguiría por derroteros correctos, aunque menos interesantes, en "Drácula vuelve de la tumba" para acabar con bodrios de los que nada se puede destacar, el díptico "Dracula 73" y "Los ritos satánicos de Dracula".
Sirva esta oieza maestra del género para testificar que, en su día, la Hammer fue una auténtica productora pionera, creadora de clásicos y realmente competente.

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