domingo, 20 de abril de 2008

Solos en la oscuridad



Jack Sholder es uno de esos directores del fantástico que se han movido siempre en las aguas del desconocimiento. La mayoría del público no reconocerá su rostro ni su nombre, y si se les dice que es el director de, por ejemplo, la segunda parte de "Pesadilla en Elm Street" se limitarán a encogerse de hombros. Aunque ha demostrado tener talento, pocas veces ha destacado con una película que le permita lucirse comercialmente, quizás la más celebrada es la curiosa "Hidden, lo oculto".
Dos años antes de que Wes Craven diera el pistoletazo de salida a la, hasta entonces productora ignota New Line Cinema, Sholder ya destacó con esta "Solos en la oscuridad" un slasher prototípico, entretenido, y que basa su encanto, sobre todo, en los "monstruos" que figuran en su ficha artística, y es que ver aunados en un mismo plano al inquietante Jack Palance, a Martin Landau y a Donald Pleaseance ya es señal, cuato menos, de que estamos ante algo más digno que cualquier secuela de Viernes 13, o copia de esta, pues era el modelo más clonado en películas de psicopatas de la década.
Se nos cuenta, tras un inquietante prólogo con Landau de protagonista, la llegada de la familia Potter a una pequeña ciudad americana, donde el cabeza de familia, Dan (Dwight Scultz) va a ocupar un puesto de psiquiatra en el manicomio del doctor Leo Baln (Pleaseance) un tipo que no parece estar mucho más cuerdo que sus pacientes, e incluso alimenta las fantasías de estos. Allí conocerá a los hombres del ala de máxima seguridad: el antiguo militar Frank Hawkes (Palance, el personaje más interesante) que con una fuerte neurosis de guerra, no soporta estar encerrado; el ex sacerdote Byron Sutcliff, fanático religioso que una vez quemó su iglesia cuando todos los feligreses estaban en ella; un joven obeso que abusó de varias niñas, y el "hemofílico" un asesino en serie que siempre tenía hemorragias nasales tras sus crímenes, y que no permite que le vean la cara.
Mientras el doctor Potter se pone al día en sus funciones, los locos traman contra él, creyendo que Dan ha asesinado a su antiguo psiquiatra, el doctor Merton (a quien tenían en gran estima) y deciden vengar a su antiguo amigo, cuando la ocasión llegue.
Durante un ruidoso concierto de rock, al que todos acuden por mediación de Toni, la cuñada de Dan, se produce un apagón en toda la ciudad, y diversos disturbios. Al quedarse sin electricidad el manicomio, los locos aprovechan para huir de allí, se hacen con ropas civiles y con armas, y esperan pacientemente a que el doctor y su familia regresen a casa para comenzar un asedio brutal...

El doctor Potter habla con Hawkes

Empezando por la plantilla de actores, resulta divertido ver a Dwight Schultz para cualquiera que haya seguido las aventuras de "El equipo A" serie en la que interpretaba al loco Murdock: aquí, Schultz es un psiquiatra, un tipo intelectual, incluso apocado, que prefiere no involucrarse en asuntos comprometidos, resultando casi un émulo del personaje de Dustin Hoffman en "Perros de paja" (película con la que guarda no pocos paralelismos) donde una persona pacifista e incluso cobarde tendrá que hacer uso de la violencia para sobrevivir.
Pero la fuerza de la película está en esos locos, desde el psiquiatra que rige el manicomio, un tronchante Donald Pleaseance, tan desequilibrado como cualquiera de sus pacientes, a ese grupo de hombres "no es que sean violentos, simplemente no han podido o no han sabido integrarse en la sociedad" se repite varias veces en el filme, desde un Martin Landau como el perturbador fanático religioso a un amenazante Jack Palance, no del todo cuerdo/no del todo loco. El ex militar Frank Hawkes, sufre neurosis y claustrofobia, debido al tiempo que estuvo prisionero en Vietnam, y siempre intenta escapar, o por lo menos "creer que conoce la forma de escapar, y que puede hacerlo cuando quiera" como expresa el doctor Bain. El personaje de Philliph Clark es probablemente, el que resta más credibilidad a la película...
Sholder dirige con fuerza un guión arquetípico, puede decirse que está a medio camino entre el slasher (sin excesos en gore, eso si) y la película de suspense; son más los movimientos de los locos y la respuesta de los "cuerdos" lo que interesa a Sholder en lugar de los asesinatos, y cuando estos se suceden son despachados con sobriedad, sin exceso regodeo en la escena sangrienta.
No falta la polémica de "¿quien es el verdadero loco?" ante la situación del apagón: durante el concierto se produce el apagón, posteriormente se producen saqueos y manifestaciones aprovechando la oscuridad forzada, e incluso la policía actúa de manera violenta e irracional, confundiendo sin que parezca importarles a saqueadores con ciudadanos normales.
Pequeña pieza de artesanía, rápida, va al grano y cuenta una historia lo suficientemente creíble y desasosegante, servida por tres grandes actores, sabiéndose ya casi al final de sus brillantes carreras. Sholder conocería el éxito en 1984 con la segunda parte de Pesadilla en Elm Street (menos, pues la secuela, aunque no dejó de generar dinero en taquilla, es de las más denostadas por los aficionados, pese a ser una historia de suspense que aportaba algo nuevo a la saga, aunque desbarra hacia el final) y si, conocería por fin el éxito, público y crítico, en 1987 con la mencionada Hidden, lo oculto (ganadora del Gran Premio Avoriaz, y del premio al Mejor Actor (Michael Nouri) en el festival de Sitges.
Lastima que, actualmente, el talento de Sholder se haya visto implicado en cosas como la nefasta "Arachnid"...

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