domingo, 16 de septiembre de 2007

La cosa



Difícil lo tenía el maestro del cine John Carpenter al arriesgarse a realizar un remake un verdadero clásico del cine de terror "El enigma de otro mundo", una película de Howard Hawks de los años cincuenta, sobre las peripecias de un grupo de exploradores y científicos atrapados en el polo sur con un extraño ser congelao que cayó del cielo...
No obstante, Carpenter consiguió crear no solo uno de sus mejores films y uno de los mejores remakes jamás hechos, ino una película de incalculable influencia en el cine fantástico moderno. Trabajando por primera vez para un gran estudio, la Universal, con un amplio presupuesto y el genial Rob Bottin en los efectos especiales, Carpenter creó un verdadero clásico.
Antártida, 1982. Un grupo de doce científicos americanos permanecen aislados en una estación, para hacer diversas pruebas, durante todo el invierno ártico. Un día, un helicóptero de una base noruega cercana se acerca a ellos en una esquizofrénica persecución de un enorme perro husky que corre por la nieve. Una vez aterrizan, el helicóptero sufre un accidente que mata a uno de los pilotos. El otro persigue enfebrecido al perro por la nieve, tratando por todos los medios de matarlo, llegando incluso a herir a uno de los americanos, por lo que los demás se ven obligados a disparar contra él.
El doctor Cooper insiste en que deberían acercarse a la base noruega para saber si el resto del equipo ha sufrido daños. Le lleva el piloto McReady (Kurt Rusell) y en la estación solo encontrarán una filmación, unas notas, un bloque extraído del hielo del que parece haber salido algo, y un cadáver en un imposible estado de descomposición. De vuelta en la base, descubren por el video que los noruegos desenterraron una enorme nave espacial que llevaba cien mil años bajo el hielo. Más tarde, el perro husky desarrolla una asombrosa mutación, con toda clase de tentáculos y fluidos imposibles, y mata a los perros de los americanos. Una vez eliminado el ser resultante, el científico Blair le hace la autpsia y descubre que el perro no era tal, sino un organismo extraterrestre (probablemente el ser que hallaron en la nave los noruegos) que tiene la capacidad de imitar otras formas de vida a la perfección tras absorberlas. Ahora, el ser ha muerto, pero ha pasado 24 horas en la base. ¿Está alguno de sus miembros infectado? ¿Uno de ellos doce aparenta ser algo que no es? Tendrán que descubrirlo si quieren salvar la vida, y de paso, al mundo entero, ya que Blair descubre que, si la criatura llegase a zonas civilizadas, toda la población mundial estaría infectada después de 27 horas desde el primer contacto...
Carpenter maneja la historia con un ritmo endiablado y una tensión envidiable. Doce hombres corrientes atrapados durante toda la estación con un ser que ya podría ser uno de ellos... o varios. Es McReady el protagonista en funciones, quien se erigirá el hombre más sensato como líder de los demás. Un tipo endiabladamente rudo, capaz de destrozar la computadora con hielo tras perder contra ella una partida de ajedrez, de ser incapaz de distinguir entre suecos y noruegos, o de llevar urante toda la película un ridículo sombrero de vaquero. Sin embargo, él será el único que mantenga el temple y la sensatez y no pierda el tiempo acusando a los que le rodean, como ellos hacen. Cuando los demás le abandonan en la nieve para que muera, creyéndole infectado, tendrá que usar todas las armas de que dispone para luchar contra el cansancio, contra la cosa y contra sus compañeros, que le creen algo inhumano. A pesar de que, prácticamente, no puede tenerse en pie de sueño. En la soledad de su habitación, grabará para la posteridad la frase "Nadie confía en nadie", o lo que es lo mismo, todos desconfían de todos y ninguno de ellos puede asegurar que quien tiene al lado sea la misma persona que era al inicio del invierno. El personaje de Blair, que comprendió antes que nadie la fragilidad de la situación en la que se encontraban y enloqueció, destruyó la radio y el helicóptero, para que la cosa no pudiera ir a la civilización, pero eso deja aislados a sus compañeros. McReady propone una prueba de sangre, en la que un tarro con un poco de sangre de cada uno será quemado con un cable caliente. La sangre humana no reaccionará, pero la sangre de la cosa tiene vida propia e intentará alejarse del peligro. Durante esa escena, Carpenter filma miradas ajenas, perdidas en los miedos de cada miembro de la expedición, miedo a no ser ellos mismos y no saberlo. Mientras McReady va probando todos los tarros, el espectador se siente parte integrante del grupo, sentimos la misma inaguantable tensión que casi nos aboca a la locura.

Los convincentes FX de La Cosa

Los efectos especiales son absolutamente brillantes, y aún hoy sorprenden por lo gráfico, crudo y sangrientos que resultan (algún crítico les adjudicó el calificativo de pornográficos) pero para mostrar las fechorías del ser, que absorbe las formas de vida y luego las imita a la perfección, es necesaria semejante crudeza.
Un final de antología, de los que hacen escuela, con un toque de humor negro que agobia más que libera. La terrible experiencia ha terminado para nosotros, pero... ¿ha terminado también para sus protagonistas? Sencillamente magistral. Una obra maestra imprescindible del cine fantástico.

McReady, el héroe a la fuerza de La Cosa

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