Larry Cohen es, como ya he dicho a propósito de "The Stuff", un artesano de la serie B, que se toma sus obras en serio, y a la vez, con cachondeo. Se las toma en serio porque están rodadas con corrección, con presupuestos reducidos pero enormemente aprovechados con gran imaginación, y porque cuenta con lo mejorcito en actores de la serie B. Esta película es un buen ejemplo de ello.
Dirigida en 1982, La serpiente voladora no podría ser considerada una película de terror, sino una película policiaca con elementos sobrenaturales. El detective Sheppard (David Carradine, estupeno como siempre) investiga dos series de asesinatos: por una parte, unos sacrificios humanos perpetrados por una secta neoyorquina, y por otro, una serie imposible de muertes sin explicación, que se suceden en las alturas. La policía no tiene pistas acerca de lo que sucede. Es aquí donde entrará Jimmy Quinn (Michael Moriarty, rebosando carisma como siempre) un ratero de mala muerte, un perdedor sin voluntad, que rompe la promesa hecha a su novia de no volver a delinquir cuando sus antiguos compinches le presionan. Deciden robar en el edificio Chrysler, pero los compañeros de Quinn son asesinados en la azotea por una enorme serpiente voladora prehistórica. Quinn, enloquecido, huye, vaga por la ciudad en los siguientes días, y finalmente, es apresado por la policía en relación con otro delito. Allí conocerá al detective Sheppard, y al oirle hablar de los crímenes, comprende que los ha cometido el monstruo. Pero, lejos de colaborar de buena gana, chantajeará a la policía exigiendo su libertad y dinero a cambio de lo que sabe...
La dichosa serpiente: Podía haber sido peor...
La película reúne todos los elementos que la convierten en entrañable: algo de gore (tanto las decapitaciones que comete la serpiente como los sacrificios humanos, desollamiento incluido, que comete la secta para traer a la serpiente de vuelta a la vida. Llamaa Quetzalcoatl (la Q del titulo) se sabe que es un antiguo dios de la mitología azteca, y poco más. A pesar de que es barata, la película sale bien parada en el apartado de los efectos especiales. La historia del típico detective de policía neoyorquino, la del delincuente cero a la izquierda interpretado por Moriarty no hacen sino añadir más sabor a serie B en una historia encantadora. La película cuenta con medios bastante pobres, y presenta una imagen amarillenta, desfasada y pobre, lo cual, sin embargo, beneficia a la historia, que sucede en los barrios marginales donde malvive el delincuente, en moteles de mala muerte donde la secta lleva a cabo sus rituales y sacricios. No es ninguna obra maestra, y ni siquiera es de las mejores películas de Cohen, pero es una película divertida, amena de ver, bien hecha, dirigida con buen ritmo y con dos actores que lo dan todo para contribuir a engrandecer una película de presupuesto demasiado insuficiente. Se puede ver para pasar un rato agradable y terminarla con una sonrisa.
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