miércoles, 19 de septiembre de 2007
La niebla
Una de las películas más fascinantes de la filmografía de John Carpenter es La niebla (The Fog). Una película nadada como un cuento de hadas, con un guión conciso, que cuenta lo que tiene que contar sin detenerse demasiao, y un sentido de lo visual prodigioso, impecable. Cuesta creer que esta película fuese en su ía calificada de "tropezón" en la carrera de su director, tras compararla con "La noche de Halloween" (que resulta casi mediocre en comparación) pero hoy en día esta pelkícula no solo es pieza imprescindible de la filmografía del director, sino un pequeño clásico del cine de terror de los ochenta que despide un hálito de magia, de terror, de maravilla, de amor por el cine, que se ha visto poco en la pantalla en estos últimos años...
Todo comienza con una cita del señor Edgar Allan Poe (Todo lo que vemos, o percibimos, es solo un sueño dentro de otro sueño) tras la cual se nos pone en situación: de noche, en la playa de la pequeña ciudad de San Antonio Bay, que está a punto de cumplir el centenario de su fundación, el anciano señor Machen cuenta una historia de terror alredeor de una hoguera, a unos niños que le observan con los ojos fijos y abiertos, absortos, fascinados. Cuenta la historia de un velero, el Elizabeth Dane, que se estrelló contra las rocas en un arrefice cercano cien años antes, tras ser engañada la tripulación (compuesta por leprosos) por los miembros de la ciudad, que no deseaban tener cerca un hospital para leprosos que los enfermos tenían intención de abrir. Contribuyó al naufragio una extraña niebla que llegó de ninguna parte y se marchó en cuanto el suceso hubo terminado. Se dice desde entonces, que algún 21 de abril la niebla volverá a Antonio Bay, y ese día los espíritus sumergidos de los marineros leprosos se alzarán para buscar venganza. Esa misma noche, algo se desencadena en la ciudad, todos los aparatos eléctricos fallan, las luces se encienden, los coches arrancan solos y los perros ladran a algo que sus dueños no pueden ver... en alta mar, tres marineros borrachos se ven envueltos por un misterioso y brillante blanco de niebla. Un enorme y ajado velero pasa junto a su barco, aparentemente desierto, pero poco después son asesinados por los espectros.
Ya por la mañana, conoceremos a un puñado de personajes, no todos relacionados entre si: Stevie Wayne, sufrida y ocupada madre soltera que practicamente no ve a su hijo Andy, ya que compró la estación de radio de Antonio Bay, y desde entonces Stevie trabaja día y noche en ella: Nick Castle, un simpático marinero que recogerá a una autoestopista en la noche (Jamie Lee Curtis) a la que se llevará a casa y a la cama, y con la que compartirá los terribles sucesos que no tardarán en caer sobre ellos; la alcaldesa (Janet Leigh) ocupada con la celebración del centenario esa noche, y su secretaria; y el padre Tom, que la noche anterior descubrio el diario de su abuelo, también sacerdote. En él, su abuelo cuenta que fue uno de los seis conspiradores que hicieron estrellarse el barco de los leprosos, Elizabeth Dane, para tras el naufragio, hacerse con el oro que portaban para fundar el hospital. El padre Tom cae en una profunda depresión al descubrirlo, y trata de que los festejos no se celebren, pues sería como celebrar el crimen, pero nadie le hace caso.
Los sucesos extraños continuan. El hijo de Stevie divisa una moneda de oro entre las rocas de la playa, y cuando intenta alcanzarla, ha desaparecido y en su lugar hay un madero con el mensaje "Seis deben morir". Los teléfonos no funcionan, aparece un cadáver que más tarde revive para volver a morir tras escribir el número 3 (los que quedan por morir, descontando a los tres marineros). Finalmente, Nick se pone en contacto con Stevie, y se ponen mutuamente al día de lo que está sucediendo. De noche, el banco de niebla llena las calles de Antonio Bay, y se habrán de suceder dos muertes más. Todos los implicados acabarán refugiándose de los espectros que buscan a una ultima victima, en la iglesia, donde el padre Tom, abatido y borracho, acabará por recuperar la fe y decide que la única forma de que desaparezca la maldición sin que muera nadie más es devolver el oro a los espectros, que segun las ultimas de su abuelo, está escondido en algún lugar de la iglesia...
La Niebla es un pequeño clásico. Una película que consigue crear tensión, suspense. Consigue que el espectador se interese por la suerte que van a correr los protagonistas, un grupúsculo bastante simpático, con una historia de amor de por medio sin ninguna cursilería (de hecho, Nick conoce a Elizabeth, la autoestopista. En la siguiente escena, ya están en la cama, y Elizabeth le pregunta a Nick como se llama... Carpenter no pierde el tiempo). La ambientación del pequeño pueblo costero maldito recuerda a la vieja y hospitalaria ciudad de Insmouth donde tienen lugar algunos de los relatos de HP Lovecraft. Tenemos una intriga en la cual sentiremos deseos de que los personajes salgan con vida, pero también nos provocan cierta compasión los espectros de la niebla, a pesar de la brutalidad de sus actos: un grupo de leprosos dispuestos a abrir un hospital para atender a todos aquellos que sufran su misma lacra, y que se ven rechazados primero por la pulcra comunidad, que después decide que no les quiere a ellos, pero si a sus recursos. Carpenter no nos muestra en ningún momento el aspecto de los espectros al completo, solo sus siluetas tras la niebla, sus ojos rojos ávidos de venganza, alguna mano podrida envuelta en vendas manchadas... los asesinatos escasean en sangre, pero a la vez son terriblemente brutales, sin compasión alguna (especialmente los tres marineros, al principio de la película, que navegan con tranquilidad en la noche, charlando de sus cosas y planeando volver a sus casas, cuando la venganza se instala en su barco y se cobra sus vidas de la forma más cruel posible, pues nunca sabrán porqué han muerto).
Destacar por último al personaje de Hal Holbrook, un sacerdote que descubre un terrible crimen cometido por su abuelo (también sacerdote) lo que mancha su nombre y destruye su fe en Dios y en la raza humana. Durante toda la película cumple el papel de hombre que trata de avisar a la población, pero la alcaldesa esta demasiado ocupada para atender a los desvaríos de un viejo borracho. Al final recuperará su papel activo, informando a los personajes principales, que nada saben de viejas venganzas, sobre lo que sucede y como deben pararlo. El ultimo plano (que no desvelaré, porque merece ser contemplado en toda su gloria por el espectador) redime por completo al personaje. Al contrario que otras películas, La niebla no incluye posibilidad de que los fantasmas puedan volver en una secuela: su búsqueda de justicia concluyen, y desaparecerán con es aniebla luminiscente y de pesadilla, por donde vinieron, para, esperemos, poder descansar por fin en paz. Aunque no hay secuela, lo que si hubo el año pasado fue un remake, titulado "Terror en la niebla" que adolece de toda clase de fallos argumentales, sufre de varias incoherencias y de actores inadecuados, y en suma, es un producto enlatado, por y para adolescentes, sin ningún tipo de magia o chispa. Innecesario, como tantos otros.
Un pequeño clásico, hoy un poco olvidado por el espectador medio, pero que el aficionado debe descubrir y gozar como se merece.
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