viernes, 14 de septiembre de 2007

La noche de Halloween



En 1978, el cine de terror estaba en vías de re adaptación. Ya no asustaba a nadie ver a Christopher Lee con su capa y sus "colmillos de patata frita", ni a Frankenstein dando vueltas por los páramos ingleses. Gracias a autorores com0 Wes Craven, Tobe Hopper o George Romero, el cine de terror comenzó a cambiar en los setenta, sin olvidar la ayuda que les prestó William Friedkin en 1973 con "El exorcista". Pero en los setenta y los ochenta, el género recurrente que hizo millonarios a desconocidos y convirtió a productores indepenientes de tercera fila en majors de Hollywood era el slasher, es decir, una película centrada en una cadena de asesinatos llevados a cabo normalmente por un desconocido. Y sus víctimas favoritas pronto serían los adolescentes...
Tobe Hopper ya lo había intentado en 1974 con "La matanza de Texas", pero lo que consiguió crear fue un experimento desasosegante. Una película que gustaba ver por lo extremo de sus propuestas, lo hábil de su tratamiento. Si alguna vez una película ha estado cerca de filmar una pesadilla, esa ha sido "La matanza de Texas". Pero era demasiado extrema para el público de masas.
Ahí fue donde intervino John Carpenter en 1978. Con un guión sobre un tipo que se paseaba por ahí de noche asesinando canguros, 300000 dólares, y un solo actor conocido, el ya fallecido Donald Pleaseance, construyó una de las piezas más inquietantes e influyentes del cine fantástico moderno, y de paso, abrió la espita del subgénero slasher. En una sala de cine, los adolescentes jamás volverían a descansar en paz.
Halloween, o la noche de Halloween como la conocemos en España, comienza con un plano secuencia brillante de tres minutos. Un plano subjetivo que nos muestra a alguien acechando en un barrio residencial la noche de Halloween de 1963. Con ese movimiento de cámara, Carpenter nos hace partícipes de la trama, somos nosotros los que observamos. Entramos en una de esas casas residenciales pulcras, de postal, y allí veremos a una adolescente, Judith, liándose con su novio. Cuando el muchacho se va, ella sube a la habitación. La seguimos, en ese plano subjetivo, nos paramos para recoger una inquietante máscara de payaso y ponérnosla, y entramos en su dormitorio, para acuchillarla. Bajamos las escaleras, y justo entonces llegan los padres de Judith, que quitan la máscara al asesino: el encanto se rompe, y vemos al criminal, Michael, el hermano de seis años de Judith, vestido de arlequín y sujetando un enorme cuchillo ensangrentado con la mirada perdida.

El primer crimen nunca se olvida...

Después, un rótulo nos informa que han pasado quince años, y Michael lleva internado todo este tiempo en un manicomio. Las autoridades del hospital insisten en que es un catatónico indefenso, pero su psiquiatra, el doctor Loomis (Donald Pleaseance, en un papel que revitalizó su carrera, y que repetiría en casi toas las secuelas) insiste en que ha visto el mal puro en los ojos del muchacho, incluso al diablo. Está convencido de que Myers es la maldad personificada, y lleva todos estos años esperando su ocasión. Esta llega la víspera de Halloween de 1978, cuando un apagón permite a los reclusos del hospital salir a la calle. El doctor Loomis y su enfermera son atacados por Michael Myers, que les roba el coche y se dirige a Haddonfield, su ciudad natal.
A partir de entonces, la película se divide en os líneas argumentales: los intentos de Loomis en hacer creer a las autoridades que el peligro es real, algo que se niega a creer todo el mundo, y las peripecias de Laurie Strode (Jamie Lee Curtis) una muchacha algo recatada, y sus dos amigas, que preparan con impaciencia la noche de Halloween. Laurie, que ni tiene pareja para el baile ni está interesada en "esas cosas" se prepara para hacer de canguro esa noche, y ella será la única que se perciba e la presencia que la persigue a ella, y a sus amigas, durante todo el día...
La película recupera el pulso y el nervio inicial de su prólogo en la parte final, cuando Myers deje de observar y comience a actuar. El primer asesinato se produce cuando el film ya ha alcanzado la mitad de su metraje, y la sangre no hace acto de presencia más que en contadas ocasiones: sombras y elipsis nos permiten imaginarnos los asesinatos como mucho más brutales de lo que en realidad son. Entre medio hay algunas escenas que quitan ritmo a la película, como las conversaciones de las tres chicas, vacías y muy "de la época", pero estas conversaciones se ven siempre interrumpidas abruptamente cuando Laurie cree ver una sombra entre los arbustos, o un coche siguiéndolas... sus amigas le toman el pelo por ello. Lo pagarán caro.
Para el recuerdo los diálogos del doctor Loomis con el sheriff Bracket (pare de una de las amigas de Laurie, un hombre que no cree en lo que Loomis le cuenta, pero que a pesar de ello, toma sus precauciones para proteger su ciudad, por supuesto infructuosamente). También hay algunos planos que atañen a la personalidad del asesino, muy sugestivos: Michael clava al novio de una de las muchachas en la pared, prácticamente lo empala, y se queda contemplándolo con una mirada absolutamente neutra, escondida tras una máscara que ha robado, una máscara de un rostro blanco e inexpresivo... o el surrealista plano en el que descubrimos que una de las amigas de Laurie yace degollada en la cama, con los brazos en cruz, los ojos abiertos y la lápida de la hermana de ichael (que este ha robado del cementerio) sobre su cabeza, con una calabaza iluminada junto a ella.
Al final, los niños a los que ciuda Laurie le preguntarán si el ser que les persigue no es el hombre del saco (no se puede matar al hombre del saco, dice uno de los niños durante la huída). Laurie, que lo niega durante toda la película, acabará por preguntarle al doctor Loomis, cuando este acuda en su ayuda al oír sus gritos, si no era en efecto, el hombre del saco. La respuesta de Loomis, y el plano final de esta gloriosa película, quedan para el espectador que todavía no la haya visto. imprescindible.

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