David Lynch es, junto con David Cronenberg, John Carpenter y Tim Burton, uno de los pocos autores que quedan, realmente innovadores y fieles a si mismos. Su carrera comenzó con una película imposible de describir, Cabeza borradora, un delirio acerca de las fantasías y deseos de un obrero rarito, Henry, alrededor de su vecina, a la cual ha dejado embarazada de un bebé monstruoso. Su carrera posterior incluye obras maestras como "El hombre elefante", "Dune", "Carretera perdida" la también indescriptible y fantástica serie de tv Twin Peaks... y sobre todo, justo en medio de su filmografía, un film que tiene la cualidad de hipnotizar al espectador, de sedarlo y llevarlo por el camino que Lynch desea. Un experimento fílmico irrepetible a la vez que una película absorbente, fascinante, capaz de obsesionar a cualquier espectador.
Todo comienza en Lumberton, un pequeño pueblo maderero, con absoluta tranquilidad. Casas uniformes, de agradables tonos pastel, todas con sus vallas blancas y sus jardines verdes y llenos de flores. Un lugar donde la policía vela por cada niño que cruza la calle, y lo más peligroso que tienen sus habitantes es su capacidad para chismorrear. En el delicioso jardín de una de estas deliciosas casas, el señor Beaumont, dueño de la ferretería local, sufre un grave infarto que lo deja postrado en el hospital. En ese momento, la cámara se introduce bajo el verde césped del jardín y nos muestra a un montón de asquerosos insectos peleándose, ocultos a la vista. En un solo plano, Lynch nos resume su film y nos avisa sobre los derroteros que va a tomar.
El joven hijo del señor Beaumont, Jeffrey (Kyle McChalan, perfecto) tendrá que dejar la universidad y volver a su pueblo natal para atender el negocio familiar mientras su padre esté enfermo. Una tarde, cuando vuelve de visitar a su padre en el hospital, Jeffrey se detiene a tirar una piedra a unas botellas. De pronto, se queda parado, inmovil. En el césped de un descampado acaba de ver una oreja humana, cortada y cubierta de hormigas. Aunque no lo sabe, acaba de encontrar una puerta a un mundo desconocido, un billete al infierno.
Como buen ciudadano, Jeffrey mete su trofeo en una bolsa y va a entregársela a la policía. Allí le recibirá el detective John Williams, muy interesado por el hallazgo. Más tarde, Williams le dice que su descubrimiento tiene que ver con un caso importante y no resuelto, por lo que no podrá contar nada a Jeffrey hasta que este concluye. Muerto de curiosidad, Jeffrey se encontrará en la noche con la hija del detective, Sandy (Laura Dern) una muchacha entrometida, y tan curiosa como Jeffrey. Entre los dos seguirán la pista de la oreja hasta una misteriosa y sensual cantante, Dorothy Vallance (incomparable Isabella Rosellini). Jeffrey siente una profunda curiosidad. Le dice a Sandy que cree que, quien entre en el apartamento de esa mujer, puede aprender mucho. "Me refiero a entrar a hurtadillas, esconderse y mirar".
Llevando su plan a cabo, Jeffrey se esconderá en el armario de la cantante, la contemplará desnudarse, pero será pillado infra ganti y humillado por la neurótica mujer. Sin embargo, esta le obliga a volver a esconderse cuando llega Frank (Dennis Hooper en el papel de su vida) un sádico y vicioso asesino y traficante de drogas que tiene controlada a la mujer, y la someterá a una brutal violación antes de abandonar su piso. Jeffrey, que lo ha visto todo, comenzará a sentir compasión por la mujer... pero otros instintos mucho más primitivos le llevarán a mantener con la cantante una relación de amor/odio, de placer/dolor muy similar a la que mantiene con Frank. Sin embargo, cuando Jeffrey caiga en manos de Frank y de su banda de pervertidos degenerados, comprenderá que aún no ha visto nada, que la degeneración que él creía conocer no es más que la punta del iceberg de lo que se oculta en la oscuridad del alma humana...
Frank Booth, quizás el mejor villano en la historia del cine moderno: adicto al oxígeno y al sadismo
En definitiva, tenemos ante nosotros una obra maestra, un clásico moderno del cine cuya mayor ventaja es contar una historia de tintes surrealistas, imposibles, con un tratamiento realista. La tía metomentodo, la vecina cotilla, los compañeros de trabajo del padre... Lumberton se retrata como una pequeña ciudad idílica, en la cual podríamos vivir todos nosotros... pero con unos bajos fondos donde la brutalidad y la perversión no solo abundan, dominan. Terciopelo azul es una película sobre caras y caretas, sobre lo que la gente es, lo que dice ser, y lo que podría llegar a ser. No del todo pesimista (el final augura alguna esperanza... ¿o tal vez no?) pero recorrida durante todo su metraje por un aura malsano, corrompido y aterrador. Imprescindible.
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